El derecho a una educación básica con calidad de nuestros niños y jóvenes implica que los contenidos de aprendizaje y las estrategias metodológicas guarden sintonía con la maduración de sus potencialidades socioemocionales y cognitivo-intelectuales. Lo cual es una política de Estado de tres gobiernos, incluyendo el actual, al fijar el 31 de marzo como fecha tope de la matrícula de los niños de 3, 4, 5 (inicial) y 6 años (primero de primaria) en sus grados respectivos. Por eso, es muy preocupante que el Congreso de la República haya aprobado un proyecto de ley que amplía la fecha límite al 31 de julio. De promulgarlo el Gobierno o insistir el Parlamento, esta medida traería consigo que haya infantes que ingresen al primero de primaria con cinco años y medio, así como adolescentes que terminen la secundaria entre 16 y 16.5 años, lo cual se contrapone a la experiencia internacional, especialmente de los países más avanzados en educación, donde los niños comienzan la primaria después de los 6 años y los jóvenes terminan su educación escolar alrededor de los 18 años.

Los niños hasta antes de los 6 años aprenden jugando libremente y en movimiento, lo que les permite expresarse con amplitud, desarrollar su psicomotricidad armónicamente, interactuar socialmente con autonomía e iniciativa, así como representar y comprender el mundo que los rodea. Todo lo cual sirve de base para el primero de primaria y sus estudios posteriores escolares y superiores. Es muy alentadora la posición y la movilización de amplios sectores y actores educativos por la defensa de la educación oportuna y no prematura solicitando que el Ejecutivo observe esta norma y el Parlamento no insista en la misma. También la posición del Consejo Nacional de Educación y el Ministerio de Educación en esta misma dirección.

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