Cada vez aparecen más denuncias contra las autoridades regionales y municipales. ¿Son acaso los gobernadores y alcaldes personas que delinquen con fondos públicos? Parecería que muchos sí. En estos días, luego del viaje de miembros de la Fiscalía a Brasil, se confirmó que hay fundadas sospechas sobre una coima cobrada por el exgobernador del Cusco Jorge Acurio Tito, que le fuera pagada por Odebrecht para ganar la licitación de un intercambio vial. Un caso más de corrupción en un gobierno regional.

Pero ¿cómo se controlan las coimas, los sobreprecios y

todo lo relacionado con las empresas que, en asociación con nuestras autoridades, delinquen perjudicando económicamente al Estado?

En el caso de Acurio, aparentemente, por información de la prensa, este habría solicitado a Odebrecht un porcentaje del monto de la obra como coima. Como fuere, sea por esta vía o por otra, la corrupción ha estado muy presente en los gobiernos subnacionales.

¿Quién los controla? ¿Cómo se hace? Generalmente es

difícil controlar la corrupción, pues esta usa todo tipo de vías para esconderse y los corruptos son gente inescrupulosa capaz de crear cuentas bancarias y trasladar dinero de otras partidas para así esconder las coimas. La UIF viene siendo muy útil en encontrar operaciones sospechosas cuando los bancos las reportan, pero hay casos muchísimo más complejos que escapan de la mirada pública.

Lo importante es que la Sunat cruce los gastos en inmuebles, autos y todo lo que signifique que los funcionarios públicos gasten más de lo que reciben. Quizá así se llegue a algo. No sé cómo se hace para gastar 1.5 millones de dólares sin que nadie se dé cuenta. ¿O es que muchas veces simplemente es más fácil no ver?