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La presencia de los partidos políticos es fundamental para consolidar la democracia, pero en los últimos años hemos hablado hasta el hartazgo sobre la decadencia de los mismos, de su falta de organización y la improvisación. Con este panorama sombrío, la pregunta es si llegaremos al bicentenario nacional con grupos humanos sólidos que aspiren a manejar el Estado.

Keiko Fujimori busca consolidar a Fuerza Popular como un partido más allá del apellido, aunque deberá batallar con la expectante postura de su hermano Kenji para las próximas elecciones internas -si es que las hubiera-. La disciplina es su fortaleza, además de ese 40% logrado en los últimos comicios, pero es más un frente de independientes.

El Frente Amplio anda en una pelea de gatos para concretizar la presencia de un liderazgo público, no solo interno, -como diría el zurdo Rolando Breña- con miras a lograr un grupo sólido de izquierda. Verónika Mendoza sin partido pende de la mano de Marco Arana, cuyo movimiento Tierra y Libertad mantiene la única inscripción oficial. Aquí el pronóstico de sostenibilidad es reservado.

Peruanos por el Kambio (PPK) busca mantenerse en el tiempo, más allá de los años de gobierno de Kuczynski. Con más pragmatismo que ideología y mística, el grupo oficialista es un bloque liberal que conecta con el público por sus individualidades, más que por su visión de país. Valgan verdades, después del Presidente, la alternativa de liderazgo puede recaer en cualquiera. ¿Meche, Bruce? Quién sabe.

Quisiera ser testigo del desenvolvimiento del Apra sin Alan García. Salvo en la época de los noventas, en la que Luis Alva Castro y Meche Cabanillas fueron candidatos presidenciales con resultados infértiles, no ha habido oportunidad para saber si renace la estrella. No es que no crea en los discípulos de Haya de la Torre, sino que dudo que la sombra del expresidente se aleje demasiado.

Sería mezquino no reconocer el avance de Alianza Para el Progreso. Sus nueve parlamentarios hablan de una presencia importante, aunque muchos solo sean inquilinos de turno como Marisol Espinoza. Sin embargo, la falta de democracia interna, empañada por la cúpula familiar, no augura la consolidación del grupo sino la deformación de un partido cada vez más parecido a una empresa.

Acción Popular ha mostrado una fórmula de sobrevivencia que nadie esperaba. Pero vayan a sus comités provinciales y vean si en realidad hay una convivencia real que requiere la permanencia de un partido. No, no la hay. Su presencia es importante para el país porque hablamos de un grupo forjado en la democracia, pero no solo se vive de la historia.

Habrá nuevos grupos, como el que organiza Julio Guzmán, intentando ser partícipe del desarrollo del país con miras a superar el bicentenario. Bienvenidos, siempre y cuando no sean solo catapultas particulares para llegar al poder como lo fue el nacionalismo.