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Pareciera que de un tiempo a esta parte a algunos productores de televisión les encanta dispararse a los pies, ser protagonistas de la polémica, en un medio en el que muchos están esperando cualquier error para seguir con la cantaleta de que el origen de todos los males que aquejan a nuestra sociedad empiezan y terminan con los programas que vemos todos los días en la pantalla chica. Asunto discutible, opinable; generalizar es fácil, separar y analizar es más difícil, pero así están las cosas hoy en día, enfrentadas entre lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, la “televisión basura” y la que no lo es.

Cuando parecía que las críticas demoledoras se quedaban con los realities de competencia y los programas de farándula, se estrenó en la programación un reality juvenil, Sueña quinceañera, formato generado tras la aparición de una telenovela juvenil cuya primera temporada terminó con singular éxito. El programa propone a jovencitas próximas a cumplir los 15 cumplir su sueño de la fiesta soñada tras competencias de baile

y sorpresas dulzonas. Hasta allí todo bien, nada del otro mundo. Pero bastó un error garrafal de producción

para que todo este universo se viniera abajo. La semana pasada, en uno de los duelos de baile apareció una adolescente vestida al estilo del video Moulin Rouge, con portaligas incluido, y allí se armó el alboroto, con justificada razón. Primer mandamiento del productor de televisión: no eches la culpa de tus pecados a otro. Aunque te hagan cargamontón, a pesar de las críticas y de amenazas de quedar en la calle, asume tu responsabilidad. Pero eso no pasó con Pro TV, empresa encargada de la producción del programa. Luego de varios días en los que se generó una corriente de opinión crítica al programa por el infeliz desatino de exponer a una jovencita en televisión en pleno horario de protección al menor, no se tuvo “mejor idea” que enviar un comunicado a los medios en los que se culpaba del disparate a los padres de la joven, quienes fueron los que diseñaron el vestuario entusiasmados por la participación de la adolescente en el reality. Y en segundo lugar, en recontra segundo lugar, a los productores del espacio, a los que lamentablemente se “les pasó” ese detalle. Nadie pretende que en un programa de televisión no se cometan fallas, excesos, pero hay que tener la hidalguía de reconocerlos y asumir el compromiso de no repetirlos. Los contenidos en la televisión se pueden mejorar, no todo está perdido, pero hay que autorregularse y tener productores responsables que no le corran a la responsabilidad.