El papa Francisco fue sumamente cauto y solo atinó a escuchar las palabras de bienvenida de Evo Morales en el aeropuerto, quien aprovechó para decirle: “…Bienvenido a una parte de la patria grande a la que se le ha mutilado su derecho al mar mediante una invasión”. Solo después cuando se encontraba en la Catedral de Nuestra Señora de La Paz dijo: “Pienso en el mar y espero diálogo”. Lejos de lo que algunos pudieron imaginar, el Santo Padre no tuvo ningún reparo para abordar la salida al mar pretendida por Bolivia y que actualmente se encuentra judicializada en la Corte Internacional de Justicia. Para Francisco el asunto debe abordarse, pues “todos los temas, por más espinosos que sean, tienen soluciones”. El Sumo Pontífice insistió en la necesidad de que para llegar al arreglo debe existir predisposición y buena voluntad de las partes y por eso añadió que: “Hay que construir puentes en vez de levantar muros”. Fue claro y abierto: “Estoy pensando en el mar y el diálogo es indispensable, espero diálogo”. Para el Papa deben sincerarse los discursos para llegar a un resultado satisfactorio, por eso exige que haya una conversación “franca y abierta” para “evitar conflictos con los países hermanos”. Nadie puede sostener que el Papa ha ido más allá de lo que le corresponde, pues sus palabras han sido probadas exhortaciones de amor. Insiste en que “el desarrollo de la diplomacia con los países del entorno evite los conflictos entre pueblos hermanos y contribuya al diálogo franco y abierto de los problemas”. Lo que no debe hacerse es tapar el sol con un dedo sobre todo en temas tan complejos como la aspiración boliviana, por lo que no se calló en manifestar que los problemas “por más espinosos que sean, tienen soluciones compartidas, razonables, equitativas y duraderas”. Todo lo dijo y no pasó nada.