Es evidente que desde hace más de una década la economía peruana viene pasando por un buen momento. Por eso, las palabras del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no son “un saludo a la bandera”.

En su encuentro con el embajador peruano, Luis Miguel Castilla, el mandatario norteamericano destacó nuestro desarrollo con la siguiente frase: “El avance económico del Perú es envidia del mundo”.

Además, el Perú subió siete puestos en el ranking del Instituto Fraser de Canadá entre los países más atractivos para invertir en minería, solo por debajo de Chile en América Latina.

Como si esto fuera poco, se debe destacar también el tercer puesto del peruano Alonso Segura en el ranking de América Economía sobre los mejores ministros de Finanzas de Latinoamérica.

La imagen que tiene el exterior sobre nuestra economía es muy buena. Lo que lamentamos es que la política no esté a esa altura. Si la economía peruana produce un encanto masivo en el mundo, la política solo genera ruido e inestabilidad. Por eso, muchos analistas dudan que el éxito económico pueda sobrevivir a largo tiempo junto a la crisis de la política nacional. Ya lo dijo el empresario Raúl Diez Canseco, el ruido político distrae la agenda del desarrollo.

El Gobierno debe lanzarse a la acción y no caer en el letal estilo político peruano de los tironeos, broncas, discusiones y arreglos bajo la mesa, al que lo arrastran sus máximos exponentes por irregularidades y escándalos. Con ello pierde concentración en el trabajo de hacer que el crecimiento económico sea más sostenido.