¿La forma presidencialista de gobierno contribuye a las dificultades en la democracia en América Latina? Los adeptos del antipresidencialismo apuestan por los regímenes parlamentarios que aseguran tendrían mejor desempeño. Pero ninguno es superior al otro. Lo esencial es la eficiencia en cualquiera de ambos regímenes para la supervivencia y estabilidad de la democracia.

La fuerza de los presidentes descansa sobre poderes constitucionales y sobre partidos de gobierno efectivos con presencia congresal para decidir en la confección de las leyes. Pero, cuando los partidos de gobierno no alcanzan la mayoría en el congreso, como está sucediendo en el Perú, nada garantiza la interacción entre el Ejecutivo y el Legislativo y surge la incapacidad de los presidentes para transformar en políticas un programa legislativo en el cual no tienen injerencia. Cabría entonces una reforma constitucional para que el Congreso fuera elegido cuando ya está claro quién es el presidente electo. Como acaba de suceder en Francia. 

Enmanuel Macron, el presidente que dio la sorpresa en las elecciones presidenciales al dejar atrás a los candidatos de los partidos tradicionales, tiene un partido demasiado joven para ganar legislativas. El pronóstico era pesimista; sin embargo, ha ganado la mayoría porque los franceses han querido dar a su flamante gobernante la oportunidad para que gobierne sin las interferencias de una Asamblea Nacional de mayoría opositora.

Los votantes que tradicionalmente votaban por la derecha o la izquierda han renunciado a sus votos de siempre para dar fuerza a la lista de Macron.Si en el Perú pudiéramos elegir congresistas en una vuelta adicional, como sucede en Francia, tendríamos presidentes fuertes por voluntad popular y no este interminable conflicto entre un ejecutivo frágil y un Congreso numéricamente avasallador que nos coloca bajo pronóstico reservado generando desconfianzas y urgencias permanentes.