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La interpelación a Jaime Saavedra ocupó toda la semana. En el día D el hemiciclo fue teatro de una censura anunciada. Fuerza Popular apoyada por el APRA reveló y denunció inconsistencias, las respuestas light no convencieron. El control político del Legislativo al Ejecutivo es legal y legítimo, Saavedra no estuvo a la altura, las preguntas pusieron el dedo en la llaga de las omisiones y el manejo sin filtros durante sus años en el Minedu. En especial sobre los Juegos Panamericanos de altísimo costo e irrecuperable tiempo. Obras necesarias que no se podrán concluir más un dinero perdido no se sabe dónde, dificultan su realización. Sin hablar que los recursos son más necesarios para mejorar la infraestructura educativa cuya precariedad aleja al Estado de la sociedad. En el día D tuvimos muy malos modales políticos y un ministro desgastado. Que no será el único en irse. La evaluación presidencial de fin de año podría y debería relevar saludablemente a quienes no han dado fuego como políticos. Demasiados tecnócratas en el gabinete y casi ningún operador político restan coherencia al gobierno.

En este escenario la cuestión de confianza para proteger un ministro sería un riesgo absurdo. Si bien es un mecanismo constitucional, sigue siendo extremo y no cabe cuando el problema de fondo es de incertidumbre y desconcierto. La revolución social prometida por PPK se aleja con una demasiado temprana pérdida de rumbo, sin diálogo ni unidad en torno a las metas. El gobierno deberá refrescar sus cuadros, tender los puentes y recuperar las fuerzas para comenzar un año con una línea clara que reconquiste la confianza. Le toca trabajar los acuerdos posibles. Ni componendas ni repartijas, consensos mínimos y buenas formas para que el 2017 nos encuentre superando desconciertos. Que se aleje el conflicto de poderes y la crisis de gobernabilidad. Ojalá.

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