El segundo terremoto en México en menos de un mes debe servir para mirar la casa y analizar si es que estamos preparados contra un sismo de gran magnitud. Aunque la pregunta puede resultar tonta, luego de que no nos alistáramos ni para las lluvias, sería lamentable que no hayamos escarmentado sobre los riesgos de la falta de prevención.

Es lógico que la naturaleza no avisa y estos fenómenos, como un terremoto, son inesperados y devastadores. Sin embargo, se necesita cambiar la cultura de nuestra sociedad con relación a cómo afrontar este tipo de desastres. Y qué mejor que empezar por las escuelas, con quienes tienen el chip nuevo.

Pero, no solo basta con educar a los menores sobre la cultura de prevención, sino que son los hogares quienes deben poner en práctica lo enseñado. De nada servirá si en los colegios se les inculca la alerta frente a los fenómenos naturales y en la casa, a los padres de familia les importa un pito hacer una mochila de emergencia, por ejemplo.

Por parte de las autoridades, sobre todo de Defensa Civil, los simulacros deben ser más frecuentes y masivos. No solo los trabajadores del sector público y privado deben participar, sino también los grupos vecinales, donde está la mayor parte de la población. Una labor de integración y concientización sería ideal.

Por lo general, nos interesa poco trabajar y participar en prevención porque tampoco hay mucha rigidez de parte de quienes deben llevar los hilos conductores en este tema. Si vemos que Defensa Civil se dedica más a intervenir donde están los negocios, entonces puede dar a entender que donde no hay dinero tampoco hay visita.

Nadie está libre de pasar por este tipo de dificultades, peor si el país está ubicado en una zona de alto riesgo frente a los movimientos telúricos. Por eso, aunque no lo deseo, espero que no nos lamentemos si algo tan penoso como en México ocurre aquí.