Es una lástima que los muy valiosos jóvenes, hombres y mujeres, que ayer se graduaron como oficiales del Ejército del Perú, sean parte de una promoción a la que alguien se le ocurrió bautizar con el nombre de “General de División Juan Velasco Alvarado”, como si ese personaje nefasto para la historia del Perú y la democracia fuera digno de ser emulado por los militares que dejaron las aulas para comenzar a servir al país respetando las leyes.

Normalmente, las promociones de la Escuela Militar de Chorrillos llevan nombres de héroes de la independencia, de la guerra del Pacífico o de los caídos en los conflictos que hemos tenido con Ecuador o en la lucha contra el terrorismo. Son personajes a los que se debe y quiere imitar desde el servicio por su valentía, sacrificio, honestidad y respeto a la legalidad. Es por eso que llama la atención que a alguien se le haya ocurrido darle el nombre de un dictador al grupo de oficiales que ayer se graduó.

Habría que ver qué “valores” y “acciones” podrán imitar de Velasco los nuevos alféreces y subtenientes del Ejército. ¿Quizá el cómo patear la Constitución y meterse con los tanques a Palacio de Gobierno? ¿El cómo sacar del poder y deportar a autoridades constitucionales? ¿A cómo expropiar medios de comunicación independientes? ¿El cómo arrebatar la legítima propiedad para supuestamente entregarla a campesinos que no sabían qué hacer con el “regalo”?

Se entiende que el presidente Ollanta Humala aún lleva en su corazoncito el “legado” de Velasco, a quien públicamente, al igual que el venezolano Hugo Chávez, llamaba “mi general”. Sin embargo, es un absurdo que a militares del siglo XXI, a los que se les inculca en las aulas el respeto a la legalidad y la subordinación irreductible al poder civil, se les vincule para toda su vida con un sujeto como el dictador del barrio piurano de Castilla.

En el Perú tenemos personajes mucho más dignos de ser imitados por las nuevas generaciones de militares, que nunca más deben llevar en su cabeza el chip del golpismo de los años 60 y 70, que tanto daño ha hecho al país. Esa etapa de nuestra historia debe de quedar atrás para siempre y una buena forma de hacerlo es colocando en el lugar que les corresponde a los enemigos de los valores democráticos, y no en una placa de bronce en la Escuela Militar de Chorrillos.