Ollanta Humala se irá del Gobierno en su ley. Cualquiera tiene derecho a ejercer su propia insensatez, pero tratándose de un jefe de Estado (que inicia su último año de mandato e ingresa al dígito de aprobación ciudadana) no puede lanzar calificativos agraviantes al órgano constitucionalmente encargado de hacer control político a su gestión (el Congreso) con el único fin de defender ya ni siquiera a su “partido” sino a su esposa.

Ahora que los antichilenismos chauvinistas se han elevado a la “n” potencia a raíz de la Copa América, ¿se imaginan a la presidenta Bachelet haciendo lo mismo para salvarle el cuello a su hijo, que viene afrontando un proceso investigativo por la justicia de su país?

El Presidente provoca al Congreso y a la opinión pública por dos razones. Porque es consciente de que de aquí al 28 de julio el Legislativo no solo está en receso, sino que sabe que la oposición no ejercerá ninguna acción de censura contra el gabinete so pena de abrirse el camino a una disolución.

Pero además, y esta es la razón más importante, porque Humala lanza los agravios aprovechando el enorme desprestigio y rechazo que como colectivo genera el Congreso frente al país. El Presidente cree de esta manera sintonizar con el ciudadano promedio respecto de esta opinión y afianzar su imagen de “esposo solidario y protector”.

Hay varios problemas con ese razonamiento. En primer lugar, nada impide que en pocas semanas, a partir del 29 de julio, y si esta afrenta presidencial continúa a consecuencia de su obstinación por el tema de Heredia, la reacción de un Congreso controlado por la oposición haga mucha más virulenta la relación con el Ejecutivo. Por supuesto que eso en nada ayuda a una transición pacífica y siquiera algo actuante en materia de gestión pública. He ahí la enorme irresponsabilidad de Humala frente al país.

En segundo lugar, el Presidente olvida que la población no lo ve como “un ciudadano o esposo más” sino como un mandatario respecto del cual se espera una actitud en concordancia con el cargo que ostenta. Y la primera de esas expectativas es que cumpla con la ley y la Constitución. Humala debe entender que al ponerse como “gato panza arriba” en contra de una legítima y necesaria investigación a su esposa, está subordinando ese primer deber ante la Nación para hacer prevalecer un interés personal y familiar. Lamentable final.