Han causado impacto las imágenes que mostraron cómo los pobladores de Catacaos (Piura) se abalanzaron sobre un helicóptero de la FAP en busca de agua y alimentos. Los damnificados rompieron el cerco de seguridad para sacar de la nave algunas provisiones. La desesperación era evidente.

Por ello, al margen de apelar a la solidaridad de todos los peruanos para seguir donando víveres, medicinas y útiles de aseo, es necesario evitar que la burocracia retrase la llegada de la ayuda a distritos y provincias castigados por las lluvias, huaicos y desbordes de ríos.

La congresista Karla Schaefer reveló que no se pudieron retirar con prontitud las donaciones que llegaron por barco desde Lima a Piura. Además, responsabilizó a la Contraloría General de la República por los engorrosos procedimientos para que la ayuda sea viable. En estos momentos de emergencia, en los que mucha gente no se alimenta y carece de agua, que llegue lo que se recolectó en la capital y otras ciudades es vital.

A la voluntad, el esfuerzo, el compromiso y el desprendimiento de todos los peruanos por colaborar con el hermano que está en problemas, hay que sumarle imperiosamente la rapidez de la acción de los organismos e instituciones pertinentes. El objetivo es que lleguen las donaciones al sitio justo y en el momento justo. Se necesita esa velocidad que se ve en los quirófanos de los hospitales cuando entre la vida y la muerte hay solo minutos o quizás segundos.

Ahora más que nunca hay que comprender lo que a la población le falta y le duele.

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