Han pasado 18 años desde el rescate de rehenes de la Embajada de Japón y aún continuamos debatiendo si la operación militar fue impecable o si hubo un exceso con los emerretistas, supuestamente, rendidos. Los jóvenes de ahora no saben de qué se trata, pero se dejan llevar por comentarios incendiarios a favor de los subversivos, cuando las víctimas eran los prisioneros de los terroristas.

Como en el Perú todos los muertos son buenos y los terroristas que tomaron la embajada fallecieron en la operación Chavín de Huántar, la leyenda de un grupo de izquierdistas es que el Estado actuó con demasiada fuerza, se extralimitó y que acabó con los emerretistas, a pesar de que estos se rindieron ni bien escucharon la explosión del túnel y el vertiginoso ingreso de los comandos.

Haciendo un poco de historia, era la época de los noventas, cuando la mayoría de la prensa estaba absorbida por el poder de Fujimori y Montesinos, de ahí que los hechos difundidos por ese entonces tenían la credibilidad similar a la de un político en campaña. Con ese fango encima, era fácil que la verdad resbale en nuestro país, pero hubo prensa internacional que también relataba la operación militar.

Ahora, con este fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que tanto apelan las organizaciones no gubernamentales, queda claro que la operación fue impecable y que las muertes en la embajada japonesa se dieron en un combate armado. Ha quedado, eso sí, en que el Estado investigue la muerte del camarada “Tito”, el único deceso en el cual hubo duda sobre el accionar del Estado.

Que no les cuenten cuentos sobre el rescate de los rehenes en la Embajada de Japón. Los emerretistas, liderados por Néstor Cerpa Cartolini, no fueron las víctimas, sino los asistentes a dicho local y sus familiares, además de todos los peruanos que estuvieron pendientes del desenlace.