Luego de la tempestad que significó la destitución de muchas autoridades regionales, algunas con prisión preventiva y otras prófugas, la pregunta de la ciudadanía es: ¿qué pasará con las obras inconclusas? Por lo visto hasta ahora, parece que sus sucesoras en los puestos públicos solo miran de reojo dichas edificaciones, sin pensar que hay un interés público por conocer el futuro de las mismas.

Sin ir muy lejos y trayendo a colación al peor de los ejemplos, como César Álvarez, la región Áncash está inundada de obras sin acabar, las mismas que la justicia -o la injusticia- se ha encargado de tenerlas en calidad de abandono. Estas no solo representan un mal recuerdo de lo nefasto de una gestión acusada de formar una organización criminal, sino que generan en la mente colectiva un supuesto estancamiento de la ciudad.

No sé si estas construcciones a media caña serán demolidas algún día, pero por ahora la mejor salida que han tenido las autoridades de turno es echarle la culpa a las anteriores administraciones y a su situación legal, en el mejor de los casos en arbitraje y en el peor con consorcios desaparecidos.

Trujillo, con un complejo deportivo mal adjudicado por la gestión del hoy gobernador regional de La Libertad, César Acuña, y Tumbes, con las obras subvaluadas del expresidente regional Gerardo Viñas, tampoco se salvan de esta desidia gubernamental.

Por lo pronto, considero que quienes en este año estrenan cargo deben asumir este pasivo por consideración a la población y no desecharlos por una rivalidad política. ¿Qué culpa tiene la gente de que hayan utilizado mal su dinero? Acá se trata de darle un mejor uso a los recursos y estas obras también son parte de ello.