Una operación fundamental de la política es la identificación del amigo y del enemigo. El que acierta en esta identificación tiene construida una columna esencial de la estrategia. La baja calidad de la política peruana está relacionada con la falsa identificación del enemigo. Con frecuencia, movimientos que deberían estar unidos para contrarrestar la acción del verdadero hostil (iustus hostis) optan por enfrentarse de manera cainita hasta su mutua extinción. Los ganadores, por supuesto, son los verdaderos enemigos, que se alzan sobre los cadáveres de sus rivales. La consecuencia natural de semejante error es un país en el que la agenda izquierdista avanza por doquier.

Fuerza Popular es un elemento de contención frente a esta agenda populista de la izquierda global. La misma agenda implementada en Europa y EE.UU., la agenda tropicalizada del socialismo del siglo XXI, ha sido promovida por la izquierda peruana en los últimos veinte años. Fuerza Popular y algunos otros partidos en temas puntuales han logrado frenar, cuando no contrarrestar, la agenda relativista de la izquierda mundial. FP ha sido el principal obstáculo, el escollo insalvable, el último reducto que se ha enfrentado al pensamiento único de matriz socialista. Actuar a manera de katejón nacional pasa factura y desata el odio de la progresía. Por eso, la agenda de la izquierda tiene un objetivo primordial: la liquidación moral e institucional de FP, la destrucción de sus líderes y la división de sus cuadros.

Identificar la estrategia del enemigo es vital para iniciar la contraofensiva. Jugar en pared con los enemigos es un error de percepción que generará confusión y declive. FP debe tomar conciencia de su rol histórico, de sus activos y pasivos. Solo así logrará crear un escenario de hegemonía que permita, una vez en el gobierno, completar el círculo de la transición.