La sentencia del 27 de enero de 2014 de la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) reconoció derechos soberanos al Perú sobre un área de mar de 50,172.69 km2. Aquel acontecimiento merece una reflexión sobre nuestra realidad marítima.

En palabras del entonces capitán de fragata Manuel R. Nieto (1939), “un país de costa tan dilatada es un pueblo que puede y debe hacerse a la mar”. Treinta años después, el ingeniero Luis Banchero Rossi sostuvo que “las naciones marítimas en vías de desarrollo creemos así en la oportunidad. Es decir, en la confrontación de nuestras fuerzas, de nuestro espíritu, de nuestra capacidad, con la gigantesca tarea que el mar impone a los que hacen de él su propio hábitat […] Sabe que su futuro está casi exclusivamente en el mar”.

A los pocos años, el capitán de fragata Héctor Marrache Palacios (1979) entrelazó estas dos ópticas, la de la conciencia marítima con el progreso al señalar que “los Intereses Marítimos surgen como consecuencia de ciertos factores derivados de la presencia del mar, los mismos que actuando sobre grupos humanos o poblaciones generan […] aspiraciones vinculadas al medio marino, las que debidamente efectivizadas resultan preponderantes para su propio desarrollo”.

Teniendo el Perú espacios acuáticos en la selva, la sierra y en la costa, conectándose a través de la cuenca del Pacífico con sus vecinos asiáticos, es evidente que además de un país minero y agrario, también es marítimo, por ende comercial y liberal, pues como sostuvo el entonces capitán de fragata Enrique Salmón Navea (1978), al ser el mar una puerta abierta a las relaciones con los demás pueblos, se produce cierta peculiaridad y tendencia hacia el liberalismo y a la tolerancia de quienes la promueven y practican.

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