La gente no duda de que la reconstrucción se hará, la incertidumbre radica en la desconfianza, si se hará bien y sin robar. La población no cree en los gobernantes. Sospecha que al menor descuido, se la vuelven a hacer. 

Es una pena pero es una triste constatación, nadie puede exhibir buenos antecedentes desde el sector público, ni aquellos que acceden al manejo del Estado por elecciones ni aquellos otros que siempre están allí, rotando de vez en cuando. Que hoy se subraye que trabajarán con la Contraloría al lado -es decir que haga su trabajo como siempre debió hacerlo- tampoco devuelve la tranquilidad a nadie. 

Ninguno de los recientes grandes casos de corrupción fueron destapados por la Contraloría. Es lamentable que un bien intangible, tan valioso como la confianza y la credibilidad, se haya perdido por culpa de tanto zamarro codicioso. Es por eso que resulta tan gravitante que las autoridades locales y regionales definan muy bien su rol en este proceso del cual depende el futuro de nuestras ciudades. 

No se trata de una polarización chauvinista, de enfrentar regionalismos con el centralismo, de estorbar y caer en el juego de intereses políticos particulares, de paros y quema de llantas. Se quiere autoridades capaces de interpretar correctamente el sentir local y defenderlo con carácter cuando vean que las cosas no son satisfactorias. 

Pero como las autoridades locales y regionales no son perfectas, también pueden equivocarse o confabularse con la corrupción. Bien les haría contar con el respaldo de instituciones civiles de prestigio que les “presten” su reputación. Si no te creen, si careces de credibilidad, consíguela aunque sea por contagio, algo así como dime con quién andas y parecerá que eres. Y si es que te la quieren prestar, porque también hay quienes aprecian mucho la suya que no se arriman así nomás.