Los señalamientos por comprobados y presuntos nexos directos e indirectos con la corrupta constructora brasileña Odebrecht han alcanzado a los principales actores políticos de nuestro país. Tenemos a Ollanta Humala preso, a Alejandro Toledo prófugo, al presidente Pedro Pablo Kuczynski acusado de despedir a una procuradora “incómoda”, a Keiko Fujimori embarrada por el diario O Globo de Brasil y a Alan García cuestionado por las famosas siglas “AG”.

Sin embargo, cabría preguntarse por qué siguen pasando piola la excandidata presidencial Verónika Mendoza y la exalcaldesa de Lima, Susana Villarán, quienes sin duda tienen mucho que responder por el caso “Lava Jato”, pero que hasta el momento, por alguna milagrosa razón, andan de lo más tranquilas, incluso pontificando, hasta hace poco, sobre honestidad y decencia. Claro, insisten en que son la “reserva moral” del Perú.

Para los que tienen poca memoria, la señora Mendoza, lideresa de congresistas de izquierda como Mariza Grave e Indira Huilca, fue la secretaria personal de Nadine Heredia precisamente en los años en que, según el Ministerio Público, entró a la agrupación política de los Humala el dinero sucio de Venezuela y Brasil, que es en parte el motivo por el cual la ex “pareja presidencial” fue enviada a prisión preventiva. ¿“Vero” no tiene nada que decir al respecto?

De otro lado, otra a la que nadie toca con el pétalo de una rosa, ni siquiera los furibundos indignados con la ratería que habitan en las redes sociales, es la exalcaldesa Villarán, quien hasta ahora no explica de dónde sacó la plata para evitar la revocatoria de 2013 y pagarle al asesor Luis Favre, el hombre fuerte del marketing político del Partido de los Trabajadores, cuya cabeza es Lula da Silva, condenado en primera instancia a nueve años de cárcel por corrupto.

Sería bueno saber por qué las damas tienen tanta suerte, mientras que la quincha judicial y mediática les cae a los demás. ¿Es porque son de izquierda? Las investigaciones que permitan aplicar sanciones, en caso de hallarse responsabilidad, deben ser para todos por más que algunas quieran caminar silbando, mirando hacia arriba y metiéndose las manos en los bolsillos, mientras nos hablan de moralidad y decencia, pese a lo mucho que tienen que aclarar.