Hoy se realiza en la sede de la OEA, en Washington, la 29° Reunión de Consulta de Cancilleres de la organización para solamente ver un tema: la situación en Venezuela. Este encuentro no es la reunión anual de la Asamblea General (AG), que esta vez será en Cancún, México, del 19 al 21 de junio. 

Tampoco es una reunión extraordinaria de la AG, a la cual -como a las ordinarias- suelen acudir las delegaciones de cada uno de los 34 Estados miembros de la OEA, las mismas que suelen estar presididas por sus cancilleres. Las reuniones de consulta son otra cosa. 

Constituyen uno de los mecanismos con que funciona el foro y son convocadas por el Consejo Permanente de la OEA, que es el órgano del foro que opera habitualmente en Washington y ante el cual cada Estado cuenta con un representante permanente. 

Se trata, pues, de una reunión ad hoc (Art. 61° de la Carta de la OEA), porque se congregarán estricto sensu para “… considerar el tema Situación en la República Bolivariana de Venezuela”, que en buena cuenta será analizar la caótica realidad en el país llanero que, al cierre de esta columna, ha cobrado 52 muertos en más de dos meses de protestas ininterrumpidas contra la dictadura de Nicolás Maduro. 

Por supuesto que no estará presente la canciller chavista Delcy Rodríguez, que insultó al presidente de todos los peruanos, pero igual los efectos de lo que acuerden alcanzarán a Venezuela, que formará parte de la OEA hasta 2019, aunque haya decidido unilateralmente su salida en abril último. Tampoco estará Cuba, que persiste en su automarginación del foro pese a que en 2009 se levantó su suspensión (1962). 

Aunque es probable que no lleguen a los 24 cancilleres, igual no se puede votar la suspensión de Venezuela porque la reunión no ha sido convocada en el marco de la Carta Democrática Interamericana (2001) sino -repito- en el de la otra Carta, la de la OEA (1948). Seamos optimistas, pero no nos hagamos ilusiones sobre su resultado.