Los políticos de cualquier parte del mundo saben muy bien que de no contar con el apoyo del soberano, que es el pueblo, no podrán llegar lejos en sus pretensiones transformadoras en el escenario político. La primera ministra del Reino Unido (RU), Theresa May, lo sabe de sobra desde el instante en que ascendió al más alto cargo en el RU, después de la caída estrepitosa de su antecesor David Cameron debido al resultado del referéndum del 23 de junio de 2016, que aprobó la salida del RU de la Unión Europea, una decisión soberana de los británicos que por supuesto Cameron no compartía. 

Frente a la puesta en marcha de la decidida salida que la primera ministra ha impulsado el pasado 22 de marzo, la política conservadora más relevante en este momento en la isla continente acaba de sorprender solicitando del Parlamento la inmediata convocatoria de elecciones legislativas, en modo de anticipadas, para el próximo 8 de junio. 

May sabe que así como están las cosas al interior del RU, donde Escocia e Irlanda del Norte se han manifestado por la opción de continuar dentro de la Unión Europea -riesgosa consecuencia geopolítica para el RU-, necesita del espaldarazo político, pues no le hace nada bien al país el proceso de separación o brexit que ya ha comenzado y que se va a concretar en un lapso de 2 años con una negociación compleja y ardua. May, además, no fue elegida primera ministra en las urnas sino por las circunstancias que apresuraron el deceso de Cameron y como buena política se da cuenta de la importancia de ese proceso de legitimación que le dará las fuerzas suficientes para afrontar con éxito todo lo que venga en adelante para el RU. 

El hecho de aparecer muy bien posesionada en las encuestas apoyaría la idea de May de apresurar las elecciones -siempre haciendo la finta que no es su prioridad-, con lo cual aseguraría su elección, pero sobre todo la fuerza necesaria para el proceso que vivirá el RU al retirarse de la UE, a la que estuvo ligada desde 1973.