Los partidos amistosos sirven para corregir errores y potenciar virtudes. Su nula validez permite experimentar, proponer, optar por variantes y reforzar esquemas. Eso fue lo que debió suceder el pasado jueves cuando la selección peruana enfrentó a Paraguay en Trujillo. Más allá de las conclusiones que Ricardo Gareca y su cuerpo técnico hayan podido sacar del partido, lo de Perú fue una versión reforzada de las carencias que ya mostró en partidos anteriores. Una tendencia que urge corregir de cara a lo que se viene. Al igual que en partidos anteriores, Perú obsequió el primer tiempo. Su propuesta fue nula, su ambición parecía sofocada ante un rival que, como pudo verse más adelante, era inferior. La selección arrancó aturdida en el Mansiche, no generó peligro y, en buena medida, le cedió el control de un partido tedioso a un combinado paraguayo que no supo manejar el regalo con entereza, no estuvo a la altura de una entrega tan prematura por parte del equipo local. Es en ese contexto en que la pareja de centrales conformada por Ramos y Rodríguez respondió de manera efectiva a las tibias intenciones paraguayas. Por lo demás, en los primeros 45 minutos, lo de Perú fue nada. Bajo esa premisa, esperar algo distinto para el complemento carecía de un sustento. Bueno, el sustento reposaba sobre los anteriores partidos de Perú, el tema es que, en esta ocasión, lo del primer tiempo fue tan malo, tan pobre, que no uno no se animaba a pronosticar una reacción, pero esta terminó llegando. El equipo fue mucho más agresivo, el rival terminó desapareciendo y los ataques fueron constantes, la figura del meta paraguayo creció y el gol de Paolo Guerrero terminó decretando un triunfo que, si nos centramos en el segundo tiempo, era más que justo y hasta insuficiente. Perú mantiene esa costumbre de esperar la reacción en lugar de tomar las riendas de los partidos, incluso teniendo la capacidad de hacerlo. De noventa minutos, que regales 45 es preocupante y lo dramático en el partido del último jueves es que, sin dudas, se trata del peor primer tiempo de los dirigidos por Gareca en casi un año. Es decir, esa tendencia negativa no va camino a superarse, sino a agravarse. Importante destacar lo de José Manzaneda, quien no le corrió a la responsabilidad y entró para darle dinámica a la volante peruana. Bueno lo de Aquino también y lo de Guerrero, una constante que, sin dudas, representa una ausencia sentida para enfrentar a Bolivia. Preocupante lo de Cueva, quien no parece estar en un buen momento desde el partido por Eliminatorias contra Uruguay. Pero, más allá de todo el saldo a favor y en contra, está la realidad de un equipo peruano al que le cuesta medio partido asumir el protagonismo. A falta de cuatro fechas para que todo esto llegue a su fin, ese detalle puede ser determinante para la suerte de un Perú acostumbrado a reaccionar antes que a tomar la iniciativa.