En su mensaje al país del viernes último, el presidente Pedro Pablo Kuczynski ha puesto como meta al 2021 recibir en el Perú a siete millones de turistas, lo cual está muy bien. Sin embargo, esa sana ambición debe ir acompañada de medidas en diferentes sectores, para hacer que la llegada de esos visitantes sea grata y sus comentarios positivos sobre nuestro país se conviertan en más arribos de extranjeros.

Lo señalo porque resulta incongruente que iniciemos campañas de promoción de nuestro país si vamos a tener a malos profesores tomando aeropuertos como los de Cusco, Puno o Jauja, o dañando las vías del tren a Machu Picchu, o si los vehículos que suben al cerro San Cristóbal van a terminar desbarrancados, o si a los turistas los van a asaltar mientras disfrutan de una cena en un restaurante, incluso de una zona aparentemente “segura”.

No se trata de decir solo “visiten el Perú” y poner un video muy bien hecho por PromPerú, sino de corregir muchas taras, como la delincuencia y hasta la informalidad, que es letal para el turismo. Y ni qué decir de la necesidad de ampliar el aeropuerto Jorge Chávez, que en ciertas horas del día ya no da más y presenta colas interminables hasta para tomar una taza de café.

El esfuerzo por atraer siete millones de turistas para el año del Bicentenario debe ser de todos los sectores. El Perú tiene muchas maravillas para mostrar, pero hay que desterrar el delito y las malas artes que afectan a los visitantes que llegan con la mejor intención a conocerlo mientras dejan acá sus recursos, que buena falta nos hacen.