En estas Fiestas Patrias, seguro que usted brindará con pisco, sacará pecho con su escarapela, se fue a la plaza de armas a ver el desfile, escuchó el mensaje presidencial sin bostezar pero no entendió mucho; en la casa suena la música criolla y usted, más peruano que nunca, se emocionó al escuchar el somos libres…

Pero a partir del jueves todo vuelve a la normalidad. Se olvidará de la escarapela, la música criolla, el mensaje presidencial, el pisco y el himno. Volverá a lo de siempre: arrojar papeles en las calles, a no enterarse de lo que pasa en su ciudad, a olvidar lo que prometieron sus autoridades. No se detendrá a hablar con su vecino sobre temas importantes para la cuadra (como hacer algo a favor de la seguridad), ni se inmutará si robaron cerca de usted.

Mientras escribo, al frente, en la plaza iqueña se canta el himno nacional. El alcalde Carlos Ramos y el presidente regional, Fernando Cillóniz, llegaron juntos del Te Deum. ¿Habrán hablado sobre lo que deben hacer juntos para prevenir de una vez por todas antes que llegue el fenómeno de El Niño o simplemente habrá sido un abrazo, un apretón de manos y un saludo a la bandera?

Hoy es día para que los verdaderos peruanos, los que lo son los 365 días y no solo el 28 de julio, los que sí aman a su país, a su región, a su ciudad, a su distrito y a su calles, empiecen a ver más allá de su nariz y sus propios intereses para preocuparse por mejorar juntos los problemas, como la seguridad ciudadana. Si las cuadras y los distritos se organizaran en verdaderas juntas vecinales, capitaneados por los propios vecinos, apoyados por sus serenos y encabezados por sus alcaldes para trabajar codo a codo con la Policía, en lugar de cerrar sus puertas y echarles a ellos toda la culpa, tal vez empezarían a cambiar las cosas. Y para hacerlo, también somos libres.