Dentro de pocas horas, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski ingresará a su segundo año. Es evidente que una de las grandes tareas en este periodo será el de arreglar el tema político, después lo económico y por último lo social. La gente está defraudada porque no se han resuelto sus problemas. Es sabido que para enderezar la economía se requiere de buenas decisiones políticas. Papel fundamental en esta tarea lo tendrá el Congreso de la República, que será encabezado por el legislador Luis Galarreta, hasta hace poco un polémico vocero de Fuerza Popular.
Todos coinciden en que la clase política debe entender que de sus aciertos y sus errores depende el destino de nuestro país. Por ello, la oposición tiene un reto mayúsculo. En vez de poner palos en la rueda de la historia de este gobierno, debe estar dispuesta a contribuir con el desarrollo del país. Finalmente todas las fuerzas políticas son parte de ese gran engranaje operativo que es el Perú.
Luis Galarreta, un congresista de confrontación, sumamente crítico con el Gobierno y a veces desaforado, tiene la difícil misión de generar consensos y lograr una armonía entre el Legislativo y el Ejecutivo. Sus colegas de todas las bancadas confían en que ahora realice una labor que haga olvidar sus constantes pugnas para concretar un generoso acuerdo y enderezar la ruta hacia el desarrollo. Galarreta debe apuntar a esa diferencia sustancial que existe entre el acto de hablar y exigir y el de gobernar. Cuando uno habla, puede decir cualquier cosa. Pero cuando uno gobierna, cualquier impulso o precipitación al hablar puede ser fatal.
Esperamos un cambio en las relaciones entre estos poderes del Estado, porque mañana podría ser demasiado tarde.