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Resulta lamentable que en menos de medio año en Palacio de Gobierno, Pedro Pablo Kuczynski transite por un laberinto de situaciones, algunas propiciadas por él mismo y la impericia de sus asesores y de la misma bancada, y otras por ese negado afán obstruccionista de la tienda fujimorista, liderada por Keiko Fujimori.

Al tomar las riendas del país, en julio, todos -o casi todos- vislumbrábamos un gobierno a paso lento pero seguro, con más espacio de acción para los tecnócratas y menos protagonismo del fragmento político, pero ha ocurrido todo lo contrario y con sendos escándalos que han mellado la gestión de PPK.

A nuestro entender, el presidente Kuczynski -de 78 años- se ha dejado estar en el entendido de que todo iba a fluir a su ritmo; no obstante, la realidad indica que tiene que enmendar o corregir sobre lo andado, porque la oposición, aglomerada en Fuerza Popular y el Partido Aprista, está con ganas de sacarlo de ruta bajo diversos alegatos.

Ahora el Ejecutivo se encuentra enfrascado en salvar la cabeza del ministro de Educación, Jaime Saavedra, y la “guerra” con las fuerzas opositoras es sin cuartel, teniendo como futuros escenarios la interpelación -ya planteada- y luego la censura, con lo que se abriría una locación política de pronóstico reservado.

Y entendemos, también, que más allá de rivalidades electorales, el país necesita de una convergencia vinculante que tenga como fin supremo mejorar la calidad de vida de la población y el sostenimiento de la democracia.

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