A pesar de la tensa coyuntura mundial, precisemos que NO estamos en una Tercera Guerra Mundial. La mejor definición dice que es una conflagración bélica a escala planetaria, donde intervienen diversos actores (países) de distintos espacios geográficos. Suelen enfrentarse con fuego formando bloques o alianzas. Desde el alba de la civilización hasta la actualidad hubo un sinnúmero de conflictos, pero de carácter local o regional sin llegar al tamaño de guerra mundial. Son célebres las Guerras Púnicas, las Guerras Médicas, las Guerras del Peloponeso, la Guerra de Troya, las Guerras Dóricas, las Guerras Itálicas, la Guerra de las Galias, las Guerra de las Cruzadas, la Guerra de los Treinta Años, la Guerra de los Cien Años, la Guerra de Lepanto, las Guerras Napoleónicas, la Guerra del Chaco, la Guerra del Pacífico, la Guerra de Corea, la Guerra de Vietnam, la Guerra del Golfo Pérsico, la Guerra de Iraq, etc. Ninguno de los conflictos referidos tuvo alcance universal.

Solamente la primera (1914-1918) y la segunda (1939-1945) guerras mundiales son consideradas en esa dimensión por su carácter e impacto universal. En la guerra de 1914 se formó la Entente Cordiale (Reino Unido, Francia, Rusia y EE.UU.) y la Triple Alianza (Alemania, Italia y Austria-Hungría) y durante la guerra de 1939 se agruparon los aliados (EE.UU., Rusia y Reino Unido) y el Eje (Alemania, Italia y Japón). Es verdad que en el reciente escenario podríamos ensayar dos bloques: a) Coalición: EE.UU., Reino Unido, Francia, Alemania, Japón, Israel, Corea del Sur, Arabia Saudí, Taiwán, España, etc., y b) Bloque Oriental: Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Siria, etc.), pero a diferencia de los conflictos ciclópeos del siglo XX, por el impresionante desarrollo nuclear de los Estados, una tercera guerra no podría contar librada a la humanidad. Del estado prebélico actual, técnicamente tensión internacional, solo queda retroceder para que con sensatez actúe la diplomacia, de lo contrario, seguirá inexorable la involución del hombre.