Hollywood persiste en su negocio: rehacer viejas películas de éxito o generar secuelas de populares franquicias. Una costumbre que ha existido desde que se inventó el cine como máquina de hacer dinero. La diferencia es que los productores de hoy no tienen mejores ideas que los de épocas pasadas.

Ahí está “Mundo Jurásico” (Jurassic World) como prueba de un reciente triunfo en taquilla que no logra superar el nivel de “Jurassic Park” (1993), de Steven Spielberg. Una cinta realizada con oficio, entretenida, pero llena de lugares comunes, de tópicos conocidos hasta el cansancio. Por ejemplo, el antipático villano de turno encarnado por Vincent D'Onofrio, que ya sabemos que va a terminar engullido por alguno de los dinosaurios. Digamos que no decepciona, pero tampoco sorprende, en absoluto.

Lo que ocurre con “Terminator Génesis” es peor. Se ha desnaturalizado la historia original del cyborg que arriba del futuro al presente para matar una mujer e imponer el control de las máquinas sobre la humanidad, iniciada en 1984 con la sólida cinta de ciencia ficción “El exterminador” (The Terminator), de James Cameron. Tres secuelas siguieron, la última de las cuales no contó con la presencia Arnold Schwarzenegger y ni falta que hacía porque las cosas ya no funcionaban como antes.

El ex físicoculturista regresa en esta quinta entrega bajo la dirección de Alan Taylor (“Los Sopranos”, “Mad men”, “Juego de tronos”), cuyo dinámico debut en la pantalla grande con “Thor: Un mundo oscuro” (2013) hacía pensar que podía sacar adelante al nuevo Terminator. Sin embargo, el resultado es decepcionante.

LA OTRA REALIDAD. “Terminator Génesis” commienza nuevamente en el año 2029 para volver al pasado y reinventar la aventura original. La guerra del futuro se sigue librando y un grupo de rebeldes tiene al sistema de inteligencia artificial Skynet en jaque. John Connor (Jason Clarke), líder de la resistencia humana, envía al sargento Kyle Reese (Jai Courtney) de regreso a 1984 para proteger a Sarah Connor (Emilia Clarke), pero la realidad ha cambiado, la línea de tiempo no es la misma.

El nuevo guión recicla algunas escenas de la primera película y luego cambia las reglas del juego de manera arbitraria, replanteando todo. No importa si es 1984, 1997 o 2017. Lo más fácil es crear una realidad paralela o cambiar la existente, no solo para alterar el pasado y, por ende, el futuro, sino dar pie a más secuelas en las que puede pasar cualquier cosa. Parece que de eso se trata y, la verdad, resulta indigesto.

Los efectos visuales y las varias secuencias de acción lucen muy elaboradas, pero a estas alturas de la ambiciosa saga el factor sorpresa es inexistente. Es más de lo mismo al servicio de un libreto sin personajes atractivos y caracterizaciones carentes de brillo. Ni siquiera Schwarzenegger, por más retoques digitales a su favor, se salva. Luce cansado y no funciona su intento de burlarse de su propia interpretación. Lamentablemente, en su afán por querer sorprender, Taylor ha cocinado demasiado la receta. Se le quemó.

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