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Este lunes 12 de setiembre se cumplen veinticuatro años de la captura de Abimael Guzmán. Quienes vivimos ese momento podemos evocar hasta qué estábamos haciendo y dónde, en el momento en que nos enteramos de la noticia.

Yo la conocí mientras veía por TV la pelea de box entre Julio César Chávez y Héctor “El Macho” Camacho, cuando Alberto Beingolea entregaba los primeros reportes “sin confirmar” en medio de la misma.Luego, todo fue como vivir un sueño. 

Especialmente, cuando aparecieron las primeras imágenes televisivas esa misma noche. Los diarios del día siguiente recogieron la noticia en primeras planas como si fuera una clasificación a un mundial de fútbol. Y una sensación de genuino orgullo por ser peruano, como ese que produce ganar en el deporte rey, se apropiaba de la gente.

Los colectivos que dicen defender derechos humanos o libertades civiles y demás membretes, jamás organizaron ni organizarán marchas para conmemorar este hecho. Y no solo porque ocurrió durante el gobierno de Fujimori. Sino porque, de alguna manera, ese día significó el adiós a uno de los mitos más fuertes de la izquierda nacional. 

Pues, aunque hayan pretendido luego tomar cierta distancia, lo cierto es que, en el tiempo de apogeo de Sendero Luminoso, la izquierda enquistada en las universidades nacionales le sirvió de caja de resonancia amparada en la autonomía universitaria.

Al prevalecer la izquierda en el discurso político social, este día en que cambió la historia reciente del Perú suele pasar casi en silencio. Para cambiar las cosas, el Colectivo 12-S y la Asociación de Familiares de Víctimas del Terrorismo (AFAVIT) han organizado para este lunes un encuentro cívico en el Óvalo Central de Miraflores. Es tiempo de empezar a escribir otra historia.