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La democracia no es venganza ni persecución política. Es no permitir impunidad ni precedentes nefastos que amparen abusos y excesos. Un delicado equilibrio deberá instalarse para que el Congreso no caiga en megacomisiones que signifiquen megarrepresalias o desquites como podría ser el caso respecto del mediocre gobierno de ayer por el poderoso fujimorismo parlamentario de hoy.

Importante investigar la usurpación de funciones de Nadine Heredia, para no ser políticamente permisivo con los poderes fácticos que tanto daño causan, más importante aún investigar el lavado de activos o las compras militares en Defensa o el contrato de la Línea 2 del Metro.

El precedente de la megacomisión con nombre propio deja lecciones. La exigencia de cuentas debe ser consensuada entre todas las bancadas. Las investigaciones deben ser políticas y no oportunidades para el escarmiento o las guerras personales, menos todavía para la liquidación de personajes o para las venganzas.

Que el esfuerzo sea efectivo y políticamente rentable para la imagen congresal. Sin caer en el figuretismo o en el sensacionalismo. Sin salir a las cámaras para dar avances sistemáticos con consecuencias legales poco atendibles o inexistentes.

Que se respete el debido proceso con rigor y seriedad en los testimonios. Con discreción y poco o ningún ruido político. Al final serán el Ministerio Público y el Poder Judicial los que culminen el trabajo fiscalizador congresal. El objetivo no es que proliferen las comisiones investigadoras, es cortar la impunidad sin dar carne a los leones que buscan el espectáculo. La lucha contra la corrupción es demasiado importante para dejarla en manos de quienes solo quieren lucimiento personal o simplemente tramitar rencores. Equilibrio y ojalá sigilo.