Ayer se cayó el servicio del WhatsApp en todo el mundo y la gente se vio alborotada por solamente no poder comunicarse por este aplicativo. La pregunta de moda hace solo pocos años en el Perú y en el mundo era: ¿tienes WhatsApp? Contar con este servicio planetario en ese momento era distinguir a los usuarios por delante de quienes aún no lo eran. 

La velocísima transmisión de la comunicación, prácticamente en tiempo real, es uno de los últimos extraordinarios avances en la tecnología de la información de las primeras décadas del siglo XXI. Desde el Sahara marroquí, en pleno desierto africano, jamás dejé de estar comunicado con mi familia por este medio. 

Sin duda, el servicio de WhatsApp constituye uno de los aportes más innovadores de los últimos tiempos para la sociedad internacional. Nadie se exonera de usarlo con el riesgo de ser calificado de anquilosado. La tecnología es el signo distintivo de la sociedad internacional. Todas las actividades humanas se realizan rápido precisamente por el alto nivel de eficacia que produce el hecho de estar debidamente comunicados. Las quejas en las últimas horas han sido infinitas. 

La gente se ha acostumbrado a vivir permanentemente comunicada. Los hitos de las tecnologías de la información han sido diversos. Apareció el telégrafo en 1794, luego el teléfono en 1860, el telegrama fue muy usado hasta los años 80 del siglo XX, y últimamente el correo electrónico, el Facebook Messenger o Hangout, que permiten hablar desde un móvil con alguien que esté conectado a una tableta, a un ordenador, a otro móvil o viceversa, u otros aplicativos, muy usados por los niños y los adolescentes, como Instagram o Snapchat, que se basa en mensajes que desaparecen entre 3 y 10 segundos después. 

La verdad es que nadie puede estar incomunicado, provocando este estado en muchas personas desesperación o ira, pues por la desconexión podrían frustrar negocios y oportunidades. La globalización exige un máximo de comunicación.