Estamos cumpliendo un mes de la elección de la Mesa Directiva presidida por la oposición en el Congreso de la República. La elección generó expectativas, pues los cuatro años precedentes se estableció un sometimiento del Parlamento a lo que disponía la ciudadana Nadine Heredia. Los congresistas autodenominados de oposición celebraron en el hemiciclo como quien se libera de un yugo, como quien obtiene la independencia.

En cierta manera era un sentimiento auténtico. Los operadores de la señora Heredia ubicados en la Presidencia del Congreso fueron desprestigiando el cargo hasta convertirlo en simples tramitadores de la voluntad de la esposa del Presidente. El contrapeso de poderes dejó de existir y convirtió al Legislativo en un anexo de la oficina de la señora Heredia.

¿Qué ha pasado en este mes de gestión?

Pues nada que resaltar. El oficialismo ha quedado en control de las principales comisiones, la reforma política ofrecida ha quedado en el aire (porque el presidente oficialista de la Comisión de Constitución se opone). Y en materia de control político, la ausencia es notoria.

Uno pensaría que dejaríamos de ver a la señora Heredia presidiendo actos oficiales y lanzar su perorata sobre el carácter fundacional de este gobierno. Por el contrario, la situación se ha agravado. La señora Heredia usa actos oficiales para defenderse de las graves acusaciones que pesan sobre ella. Atacan a partidos políticos de la oposición con la presencia cómplice de algunos ministros de Estado. ¿Y el Parlamento? Mira al costado. El Presidente de la República se suma a la defensa de su esposa y cuestiona a la oposición, y el presidente del Congreso no defiende los fueros parlamentarios.

¿Para eso querían la presidencia del Congreso?