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“Todo tiene su final, nada dura para siempre”, retumba la salsa dura, salsa de Lavoe y Colón, verdad absoluta que alcanza a todos y hasta a la televisión. Esta semana la palabra “final” también sonó contundente en los predios de un programa que durante ocho años fue, y es hasta el momento, el más visto de la televisión peruana: Al fondo hay sitio. Los directivos de América comunicaron al elenco de la serie que tras ocho temporadas la historia de los Maldini y los Gonzales se despide para dar paso a otra propuesta. El barrio de Las Lomas se quedará vacío por decisión de los jefes, se irá con buena audiencia, auspiciadores; cualquiera diría que es una locura, pero es una determinación sabia. Mejor despedirla así, arriba, en lo mejor, y no cuando nadie la quiera ver. Y si continuaba, podía correr el riesgo de perder todo lo logrado. Los actores que iniciaron el proyecto ya querían alzar vuelo en busca de propuestas más interesantes a nivel dramático y no es una novedad que los guionistas ya en las últimas temporadas habían manifestado su cansancio, y tampoco hay que ser muy avispado para darnos cuenta de eso. Porque realmente serie no es Al fondo hay sitio. Serie que se respete tiene máximo 20 capítulos por temporada y de allí hasta el próximo año; no 200 episodios por año, como la producción de Efraín Aguilar. Al fondo hay sitio es una serie con patrones de telenovela a la que había que estirar hasta donde se pueda para dar gusto a la audiencia, y fue así que en los últimos tiempos, más que una historia con un rumbo definido y cuyos personajes giraban en torno a una trama, fue una sucesión de anécdotas simpáticas de sus protagonistas que terminaban para dar paso a otras. Escribir historias para 1600 capítulos durante ocho años es una labor titánica que, valgan verdades, en la televisión actual ya no es la tendencia. Si miramos a Televisa en 2016, nos enteraremos de que sus directivos ya no quieren telenovelas que duren más de 80 capítulos y así las producirán a partir de ahora. Pero dejemos México y regresemos a Las Lomas, barrio en el que se desarrollaban las historias de Al fondo hay sitio, que pese a quien le pese marcó pauta en la televisión local. Marcó sus propios récords de audiencia, que solo ellos mismos batieron, lanzaron nuevas figuras de la actuación, congregaron grandes nombres en su elenco y le dieron color local a una historia con características universales, la de pobres y ricos frente a frente. Esperaremos el final que se merece.