En los días previos y durante las fiestas de fin de año, cuando se encuentran adultos mayores, generalmente verbalizan que el año que terminó pasó muy rápido. Pero esto también lo han expresado y expresan distintas personas y grupos etarios, sociales, culturales, comunitarios, promocionales, profesionales, religiosos, así como amigos y coetáneos.

En realidad, creo que esta percepción sobre la temporalidad de los hechos se debe a la gran velocidad de la vida actual. Y es que en los ámbitos familiares, ciudadanos, gubernamentales, políticos, científicos y tecnológicos -en un mundo global, interconectado y cibernético- ahora se observan, analizan, enjuician y se valoran generalmente en el mismo momento en que ocurren. Esto a pesar de que se produzcan en espacios muy lejanos.

Es en las ciudades metropolitanas donde se experimentan mayormente estas sensaciones. Y es que en un día cualquiera el ser humano desarrolla actividades, entre otras, familiares, laborales y de mejoramiento educativo. Muchas veces recorriendo distancias grandes. Todo ello en la búsqueda de alcanzar las metas previstas en cada proyecto de vida personal, familiar, social y laboral.

Por eso, además de entender nuestros sentimientos como un cúmulo de nuestras emociones vividas durante los doce meses, sería bueno, en un marco de reflexión, reconocer nuestros logros, avances y dificultades, pero sobre todo replantear nuestros objetivos y expectativas para el año que está comenzando, teniendo en cuenta que el presente y el futuro se construyen todos los días hasta el final de nuestras vidas. Feliz año nuevo 2017.

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