La convocatoria lanzada por la lideresa de la oposición, Keiko Fujimori, al presidente Pedro Pablo Kuczynski para iniciar una aproximación a fin de tratar temas candentes, como los de la reconstrucción de parte del país afectada por el Niño costero y la corrupción galopante que nos golpea, es una excelente oportunidad para el país, siempre y cuando este nuevo intento de diálogo no quede en el olvido, como ha pasado otras veces.

Sin ir muy lejos, en diciembre último, el presidente Kuczynski y Fujimori tuvieron un acercamiento que de poco o nada sirvió; como tampoco, si vamos más atrás, sirvieron los rimbombantes acercamientos que hubo entre oficialismo y oposición durante el gobierno de Ollanta Humala. Recordemos esas reuniones en Palacio de Gobierno en que agrupaciones políticas de muy escasa representatividad eran invitadas a reuniones que más bien servían para sacarlas del olvido.

Lamentablemente, el acercamiento entre Gobierno y oposición viene muy desacreditado desde hace varios años. Y ni qué decir si hablamos del Acuerdo Nacional, que es lo que ha planteado el presidente Kuczynski, pues en 15 años de existencia de poco o nada ha valido para superar las diferencias políticas que entrampan al país. Ya estuvo bueno eso de tomarse fotos alrededor de una mesa o en las escaleras de Palacio de Gobierno a la salida de esos encuentros.

Guste o no, el fujimorismo, porque así lo quiso el soberano elector en abril de 2016, es el que corta el jamón en la oposición. Por eso, hoy lo importante es que el Gobierno y los “naranjas” busquen puntos de acercamiento para hacer viable la superación de los temas mencionados en la convocatoria, así como otros que nos agobian. Las demás agrupaciones políticas y la “sociedad civil”, con el respeto que se merecen, podrán ser convocadas en otra oportunidad para el Acuerdo Nacional.

Nadie puede estar en contra de un acercamiento entre el Gobierno y el oposición. Pero esta vez tiene que ser de verdad y dar frutos, no como en el pasado. El país lo necesita a gritos. No solo están los grandes problemas latentes hoy (reconstrucción, corrupción, inseguridad, economía y un largo etc.), sino aquellos que podrían presentarse más adelante, como los “conflictos sociales” que suelen parir caudillos que bien podrían pescar ante el río revuelto generado por el “establishment”.