No lo voy a negar. Después de tanto gobierno marcado por la demagogia y la improvisación, el concepto de uno predominantemente tecnócrata me sedujo. De hecho, la idea de que el mandato de PPK fuera a estar libre de politiqueros y más bien enfocado en hacer las cosas me pareció a todas luces positiva: al fin los puestos del Gobierno iban a estar copados por profesionales que poco se presten al jueguito político.

¡Qué poca razón teníamos! Claro que la capacidad técnica no era suficiente.

¿Qué pasó con el dream team de PPK? En menos de un año de gobierno, un ministro renunció por un escándalo “amoroso”, otro fue decapitado caprichosamente por la oposición y un tercero se vio forzado a dejar el cargo después del vergonzoso -pero qué vergonzoso- manejo del conflicto por el aeropuerto de Chinchero. Y ahora, por si fuera poco, Thorne -una de las estrellitas de PPK- tiene la ética seriamente cuestionada por sus conversaciones filtradas con el Contralor.

Pero ni siquiera es necesario mirar los casos críticos para entender la ceguera política de PPK. Y es que si tu capacidad para gobernar está en duda, no te bañas en la piscina del club en pleno día laboral, no te tiras dos horas en el gimnasio a la hora del almuerzo y tampoco interrumpes tus declaraciones públicas porque se cruzó un “perrito lindo”.

Por lo visto, hay cosas que ni un millón de maestrías en las mejores universidades gringas ni la más vasta experiencia en el sector privado pueden reemplazar. Una es la muñeca política. Y sin esta, el país a este gobierno se lo está tragando.