Que la Junta de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) se realice por estos días en Lima es -qué duda cabe- un guiño de aprobación y un espaldarazo a lo mucho que se ha hecho, desde inicios de los 90, para dejar atrás el desastre que resultó de décadas de irresponsable populismo que nos llevaron en el primer gobierno de Alan García a ser declarados “inelegibles” por el sistema financiero internacional. Fuimos los parias de la economía mundial.

No obstante, desde los 90, tras el duro pero necesario “fujishock” y el cambio de modelo, fueron quedando atrás los subsidios, los regalos, las emisiones inorgánicas, los paquetazos, los créditos con interés cero, el perro muerto de los prestamistas a los bancos del Estado, las ineficientes empresas públicas y todo eso que nos llevó a tener a más de 50% de la población por debajo de la línea de pobreza. La reducción de este drama comenzó a verse recién desde el gobierno de Alejandro Toledo.

Al 2015 se ha avanzado mucho. Hoy la pobreza está en menos del 23%. Y si bien estamos en tiempos de “vacas flacas” y el FMI ha reducido ayer el estimado del crecimiento de nuestra economía de 3,2% a 2.4%, seguimos en una posición expectante. Somos un país distinto al de 1990. Nos miran con buenos ojos. Sin embargo, hay elementos que en el mediano y largo plazo podrían hacer tambalear lo alcanzado: la falta de institucionalidad y la educación escolar y superior aún mediocres.

Para un país que busca consolidar su crecimiento es fatal tener un “gobierno familiar” con una “jefa” que maneja hasta el Congreso, un sistema judicial en el que nadie cree, una Policía ineficiente que no puede parar la delincuencia, una Contraloría que no controla los gobiernos locales y conflictos sociales que nadie para. También es grave tener colegios y universidades de bajo nivel, salvo excepciones, que no saquen a las calles los profesionales solventes que necesita el Perú para avanzar.

Tomemos como un halago el hecho que el evento económico del año a nivel mundial se realice en Lima. Sin embargo, que esto también nos haga reflexionar sobre lo muchísimo que falta para consolidar el crecimiento de nuestra economía a través de la inversión, pues es la única forma que tenemos para erradicar la pobreza, esa que nunca terminará si se sigue creyendo que la receta viene bajo los nombres de Qali Warma, Pensión 65 o Beca 18.