En los últimos días, los peruanos debemos de haber sufrido un duro golpe a la autoestima nacional al darnos cuenta de la clase de presidente que tuvimos entre 2001 y 2006, pues Alejandro Toledo, con sus últimas apariciones en la prensa extranjera, nos ha confirmado que el cargo le quedó inmenso y que fue un tremendo error llevarlo a Palacio de Gobierno tras engañar a millones con su historia de éxito personal y su “desinteresada” lucha contra el fujimorismo.

Eso de salir a decirle al mundo entero, sin una gota de sangre en la cara, que la justicia ha pedido su captura porque sus rivales del fujimorismo no quieren que sea un freno para las aspiraciones presidenciales de Keiko Fujimori, ha sido de lo más alucinado que hemos tenido que soportar los peruanos, pues el peso político de Toledo es casi nulo tras haber sacado menos del 2% en las últimas elecciones; además, no tiene partido y su prestigio personal y político andan por los suelos.

Toledo tiene problemas con la justicia por haber recibido 20 millones de dólares, según ha dicho Jorge Barata, de la constructora Odebrecht, y por las compras de las propiedades a nombre de su suegra, por lo que antes de andar tratando de sorprender a algún incauto a través de entrevistas a la BBC, Efe o CNN, debería venir a responder ante jueces y fiscales. Debería dejar de causar indignación y lástima, para en lugar de eso ponerse a derecho.

Si aún le interesan en algo los peruanos, Toledo debería ponerse a derecho para que no tengamos que seguir pasando la vergüenza de ver a un personaje que ha personificado a la Nación, que ha viajado por el mundo en nombre de los que hemos nacido en esta tierra, que llevó las riendas del país por elección popular y que ha recibido honores militares y la salva de 21 cañonazos llevando la banda bicolor en el pecho, haciendo un papelón a nivel internacional.

De quedarle algo de sangre en la cara y dignidad, el expresidente debería tomar un avión y volver, en lugar de retrasar su regreso por motivos que este gobierno debería explicar bien, pues ya comienza a oler muy mal esta demora en las gestiones ante la administración de Estados Unidos, mientras el prófugo se pasea dañando la autoestima de los peruanos y la imagen del país, que cometió el error de elegir a un mandatario capaz de hacer lo que vemos en estos días.