Qué apurados que están, ni que fueran ellos los que se comerán el lodo cuando se vuelva a salir el río. Apurados con comenzar a sacar la arena del cauce. Apurados con comenzar a gastar el dinero, a pesar de que les han dicho que esa no es la única y principal razón por la que se inunda la ciudad. Apurados a pesar de los cuestionamientos a las empresas que pretenden hacer la obra de descolmatación. Tan apurados que no quieren perder el tiempo en cambiar a los miembros del comité de adjudicación de las obras, a pesar de haber incurrido en serios y sospechosos “errores” en la selección y adjudicación de la buena pro. Nadie los entiende, porque de un lado nos vienen a jalar las orejas y amenazar con dejar fuera de juego al gobierno regional -como de plano hicieron con la municipalidad- por demostrada incapacidad de ejecución de inversiones. Nos quejamos del centralismo y se lo ponemos en bandeja para que siga partiendo la torta desde lejos, con la denominada Autoridad para la Reconstrucción con Cambio. Las instituciones piuranas que han fijado posición y consenso ante el manejo integral de las obras sobre el río Piura no quieren manejar el dinero. Ese no es su negocio. Lo único que piden es que no se improvise y que todo lo que se haga sobre el río responda a criterios científicamente comprobados y de manera integral. Porque si alguien tiene más derecho sobre el río somos los piuranos, los que vivimos aquí a su lado. Nadie como la gente local entenderá que el río es un ser con vida. Un ente con personalidad, distinto de otro, con su carácter, con su vida e historia, con cicatrices y evolución. El río Piura es un ser que habla, que tiene sus maneras de decirte qué le ocurre y por qué. No es suficiente con meter palas y volquetes para desenterrarlo. Después de cada Niño o de cada crecida, hay que saber escudriñarlo para averiguar por qué hizo esto otro y no aquello. Si no lo investigamos hoy, habremos perdido una nueva oportunidad de ir dejando atrás nuestra ignorancia.