Se entiende la buena intención del anuncio del presidente Ollanta Humala de prohibir que los efectivos de la Policía Nacional hagan trabajos privados vistiendo el uniforme de su institución, pues resulta insostenible que policías con vestimenta y distintivos del Estado estén al servicio no de todos los peruanos, sino de pollerías, chifas, casinos, colegios y entidades privadas que requieran de su trabajo para garantizar la seguridad de sus clientes o de ellos mismos.

Personalmente, y creo que a muchos también, me resulta chocante ver a un policía de mi país vestido de uniforme, que representa a la autoridad que todos debemos respetar, parado en la puerta de un establecimiento dando servicios de seguridad y hasta brindando una ayuda a los conductores para que entren o salgan de los estacionamientos de los locales que vigilan a cambio de un dinero que sin duda ayuda a mantener su precaria economía familiar.

La medida anunciada por el Jefe del Estado es buena y entiendo que busca rescatar la dignidad de una institución que, lamentablemente, en las últimas décadas está muy venida a menos. Sin embargo, prohibir el “cachuelo” de los agentes no tendrá sentido alguno si no se elevan debidamente los sueldos de los policías, para que así estas personas solo trabajen para el Estado y utilicen su tiempo libre para el merecido descanso que todos merecemos.

Algo se ha avanzado en los últimos años en materia de remuneraciones, que se han venido incrementando por tramos, y eso está bien. No obstante, las mejoras aún resultan insuficientes para la importancia del trabajo de los efectivos en todos sus grados. Por eso, el anuncio del presidente Humala no servirá de nada si no se destinan más recursos, que los tenemos como nunca antes, para mejorar el nivel de vida de los efectivos de la Policía Nacional.

Nadie quiere ver policías uniformados en la puerta de un chifa o de un casino de la avenida Brasil a la una o dos de la mañana, pero tampoco sería bueno tener agentes frustrados y descontentos al no contar en el bolsillo el dinero que le dan sus trabajos extras. En ese caso la medicina sería peor que la enfermedad y se agravaría aún más el grave problema de la inseguridad ciudadana, que se combate con una policía eficiente, motivada y bien pagada.