Lamentablemente, los desmanes ocurridos hace pocos días en los alrededores del estadio Monumental de Ate-Vitarte no son nuevos, como tampoco son nuevos los discursos que escuchamos los peruanos de boca de las autoridades, quienes cada cierto tiempo proclaman que harán esfuerzos para controlar el accionar de delincuentes que se hacen pasar por hinchas de populares equipos de fútbol para robar e incluso asesinar.

Desde hace una semana, el estadio de Universitario permanece cerrado, pero habrá que ver hasta cuándo. Lo señalamos porque en ese escenario deportivo y en los alrededores hemos tenido muertos y heridos, aparte de los desmanes que afectan a los vecinos de Ate-Vitarte y La Molina. No obstante, luego de un tiempo vuelve el fútbol y, lamentablemente, también los actos de violencia, que hasta ahora son imposibles de controlar por las autoridades y los directivos de los equipos.

Nadie puede oponerse a que un estadio de primer nivel como el de Universitario sea usado para lo que fue construido. Sin embargo, no puede habilitarse mientras haya riesgo de más actos de violencia que perjudican especialmente a los vecinos y a los transeúntes y conductores que tienen la desgracia de cruzarse con las turbas de delincuentes que suelen agredirse en medio de la vía pública.

Ninguna zona de Lima puede estar a merced de hampones, por más que los directivos de los clubes de fútbol salgan a reclamar por el cierre de sus inseguros estadios. Es necesario controlar a las barras bravas, pero de verdad. Hasta ahora poco o nada se ha hecho en esta materia. Ahí están las imágenes de hace una semana que lo demuestran, y esto no puede seguir así.