Mario Vargas Llosa tiene todo el derecho y la libertad de hablar de los temas de la vida nacional que crea convenientes y sus opiniones siempre son recibidas con atención por propios y extraños, pero igual debe apelar a su tolerancia y vocación democrática para atender las demandas que llegan desde enfrente.

Vamos al grano. El Premio Nobel de Literatura acaba de disparar a ritmo de metralleta contra Keiko Fujimori y Alan García, consabidos candidatos de Fuerza Popular y el APRA, respectivamente, exponiendo el peligro de otra vez tener que elegir entre la dictadura y la corrupción en 2016. La pregunta de contraataque de los fujimoristas y apristas es: ¿por qué no critica con la misma intensidad al gobierno de Ollanta Humala, plagado de acusaciones de diversos delitos?

El agregado es que MVLl -al igual de Alejandro Toledo- fue garante y avaló al actual Mandatario, y es bajo esa responsabilidad política que los sectores de oposición le reclaman una postura contundente frente a la cada vez más caótica gestión de Humala Tasso (y Nadine Heredia).

Su rencor y ojeriza contra Alberto Fujimori (quien lo derrotó en las elecciones de 1990) y el líder del aprismo no deberían estar por encima de una verdad que el pueblo suscribe mayoritariamente, según todas las encuestas: Ollanta ha defraudado como jefe de Estado y sus “padrinos” políticos, como el laureado escritor arequipeño, deberían decírselo para ver si todavía puede caminar derecho en el tiempo que le queda como inquilino de Palacio de Gobierno.

Y ese voto ofrecido a PPK, si los comicios fuesen mañana, no creemos que sea de utilidad para el septuagenario postulante.