Nada más al margen del derecho que lo ilegítimo. La Asamblea Nacional Constituyente de Nicolás Maduro se hizo tal como lo había previsto, sin importarle lo que quiera la inmensa mayoría de venezolanos. Al cierre de esta columna no se conoce de sus resultados, pero las últimas noticias anuncian un alto ausentismo ciudadano, que deja muy mal parado a Maduro. La actitud recalcitrante de Maduro no tiene límites, y a los 545 diputados elegidos mediante un método fraudulento para darle una nueva Constitución a Venezuela no los reconoce nadie. Y es que aquello que se hace contra la voluntad popular es sencillamente ilegítimo, y por tanto carece del poder indispensable para hacer o no hacer en nombre del Estado. Las personas que salieron ayer a sufragar en toda Venezuela fueron solamente las pocas adicciones partidarias del régimen decadente o los trabajadores del sector público intimidados so pena de sentir el peso de la represalia chavista. Esa es la verdad. Desvanecido desde el comienzo, nada de lo que haga la Asamblea del madurismo será reconocido y entonces el país seguirá violentado por un gobierno desde ayer técnicamente convertido en totalitario como el de Corea del Norte, pues se muestra ferozmente intolerante, siempre confiado y sostenido por la corrupta cúpula militar, con la cual mantiene una alianza nefasta. El mecanismo universal del voto directo con validación de uno por uno, como funciona en cualquier país democrático, jamás existió. Maduro se valió de una artimaña para inventar la votación sectorial, que es un engañamuchachos en la medida que le permite contar más diputados en los lugares donde mantiene todavía algún apoyo residual. Hizo bien la oposición en no participar en la mayor teatralización del régimen. Lo que viene será, lamentablemente -repito-, más violencia para Venezuela.