La insistencia en la adenda para la concesión del aeropuerto de Chinchero fue un error garrafal. Quizá el Ejecutivo pretendió evitar una confrontación con la población cusqueña y cedió al chantaje social de la revuelta. No importa, sigue siendo un error. Y el ministro de Transportes, Martín Vizcarra, es el único responsable. Empujó este desacierto hasta donde no se pudo más, a pesar de la resistencia de políticos y economistas y de organismos oficiales como el Congreso, la Contraloría y el Ositran. Hasta el punto de tener que “comerse” el papelón de retroceder sobre sus pasos.

El presidente Kuczynski no aprendió la lección del “saavedrazo” y ahora amenaza repetir el error con Vizcarra, uno de sus mejores alfiles. En vez de relevarlo y evitarle un posible desafuero por una inminente interpelación del Congreso, lo quiere someter a una bronca de marras con un Parlamento en el que hasta su propia bancada se muestra en su contra. Decide exponerlo en vez de protegerlo.

Lo peor es que el Presidente decide meterse en una encrucijada cuando tiene fichas para mover y salir del embrollo. Guardar a Vizcarra un tiempo y colocar en su lugar a la viceministra de Transportes, Fiorella Molinelli, apaciguaría ánimos y salvaguardaría el capital político del vicepresidente. Molinelli es reconocida por el oficialismo y la oposición como una profesional de altísimo vuelo y comprobada probidad. Conoce al dedillo el sector Transportes. Sería injusto achacarle responsabilidad mayor con Chinchero, porque es claro que la luz verde para esta adenda fue política antes que técnica. Por tanto, está expedita para tomar el relevo, que completaría una jugada presidencial de “tres en una”: mantener continuidad de gestión en el MTC, proteger al vicepresidente y no debilitar más la gobernabilidad. Ojalá que el Presidente opte por la sensatez.

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