La controversia por el currículo escolar se ha vuelto una discusión de sordos y de ciertos interesados. Hay padres que, con todo derecho, reclaman más orientación sobre los fines que persigue el enfoque de género. Hay otros actores que, aprovechando la era de la posverdad, forjan una carrera política a costa de un enfrentamiento entre quienes, pensando distinto, podrían aún consensuar en bien de la educación de nuestros hijos. Sí, el tan reclamado futuro del Perú; eso que a nadie le ha importado esta semana.

Los calificativos para desacreditar el currículo del Minedu son una vergüenza para los niños.

Quienes dicen defender sus derechos les han dado un ejemplo que jamás deben imitar. Con insultos irrepetibles, sostienen que ese documento los convertirá en homosexuales. Nada más falso.

Soy padre de dos niños y trato de enseñarles lo diverso que es este mundo. He leído el documento cuatro veces y lo que plantea es que nuestros hijos comprendan que los roles del hombre y la mujer no responden a estereotipos. Que la identidad se forma con la familia, el entorno y las experiencias que el niño va acumulando. Acercarse a la sexualidad desde la escuela es algo necesario; se evitan embarazos no deseados y se forman personas que interactúan sin prejuicios.

Padres, lean el currículo y, sobre todo, los ajustes que acaba de hacer ayer el Minedu. El tema es la educación de los niños y no Phillip Butters, que busca ser el Donald Trump peruano. Allá él con su aventura y el costal de adeptos y enemigos que está ganando. Separen la paja del trigo y piensen en sus hijos, que el lunes vuelven a clases.