Qué rico cuando uno llega a una cola, mira de reojo y se la salta, ¿no? En realidad ello es una muestra de los privilegios de las élites en una sociedad. Aquel que no pertenece a la élite y no puede acceder a ese servicio en un tiempo prudencial, está siendo excluido.

La exclusión tiene consecuencias económicas para el país, ya que limita la participación de grupos en el mercado, su acceso al empleo formal y el desarrollo de capital humano. El género, la raza, el lugar de origen y el color de la piel son causas de exclusión.

Una persona que por su condición social no tiene acceso al crédito limita sus posibilidades de desarrollo económico. Las mujeres víctimas de violencia tienen menos probabilidades de acceder a cuidado prenatal.

La exclusión no es sinónimo de pobreza. Se puede no ser pobre y estar excluido. Excluido, por ejemplo, del acceso a la justicia. ¿Cuántas mujeres persiguen durante años a los padres de sus hijos para que les pasen una pensión? ¿Cuántas son violadas, golpeadas y quemadas sin que ellos sean culpables? ¿Y a cuántas les quitan a los hijos porque los padres son hombres poderosos?

¿Cuántos ciudadanos LGBT son agredidos físicamente por el solo hecho de serlo? En los países con instituciones débiles y altos índices de corrupción, los niveles de exclusión son mucho mayores. Recientemente, Beto Ortiz publicó dos historias paralelas, la del hijo de un exministro que atropelló a un chico y huyó del lugar, refugiándose en contactos y abogados; y la del hijo de un nadie, que siendo inocente pasaba por el lugar equivocado en el momento equivocado. Uno fue condenado a 4 años de prisión suspendida y el otro a 10 años de cárcel. ¿Este es el país que vamos a dejarle a nuestros hijos? ¿Qué estás haciendo para cambiarlo?