Hace algo más de un año, el mundo fue sacudido por el ébola, que cobró muchas víctimas, y ahora surge internacionalmente la amenaza del virus del Zika, que ya ha llegado a América. Como el ébola, el virus del Zika tiene su origen en África, continente que por su alta calidad de espacio tropical con inmensos bosques muestra las condiciones ideales para la aparición de estas enfermedades que suelen convertirse rápidamente en epidemias y que, por la ausencia de mecanismos o medidas profilácticas para neutralizarlo y erradicarlo con eficacia, terminan convirtiéndose en enfermedades endémicas. El zika tiene su origen en una extensa zona de gran vegetación, en Entebbe, tan solo a 23 km de Kampala, la capital de Uganda, y fue identificado por los expertos hace ya varias décadas. Inicialmente fue hallado en monos, en 1947. Solamente siete años después fue detectada la infección en seres humanos en Nigeria. Los estudios para medir el impacto del virus del Zika nunca se han detenido. Se le quiso mantener localizado en el territorio africano, pero su “exportación” se ha convertido en inmanejable en un mundo a contracorriente más bien plenamente globalizado. Ya se encuentra en América y se han registrado varios casos en países de esta región. En el Perú se acaba de detectar el primer caso de una persona que habría sido infectada en Colombia. Y aunque sobre las características somáticas y condición clínica de los infectados poco podríamos decir, sí, en cambio, sobre el tamaño de las medidas protocolizadas de los Estados -su gran debilidad- para evitar o minimizar sus estragos, que son deficitarias por la ausencia de políticas de prevención.