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Ayer se cumplieron 20 años del día en que el , organización terrorista de corte marxista-leninista, tomó la residencia del entonces embajador de Japón en el Perú, Morihisa Aoki. En esa fecha se celebraba el natalicio del emperador nipón, Akihito: un martes 17 de diciembre.

Ayer también, el expresidente Alberto Fujimori, condenado a 25 años por delitos de lesa humanidad, decidió publicar desde prisión una carta a través de las redes sociales en la que cuenta detalles del episodio que le tocó afrontar cuando se desempeñó como Jefe de Estado en el marco de esa crisis en el año 1996.

LOS HECHOS. Eran las 8:00 p.m. cuando los invitados, entre personalidades de la política, diplomáticos, embajadores y empresarios, que llegaban a 700 personas y ocupaban los dos primeros pisos del lugar y el jardín, coincidían en el bufet. Fue apenas veinte minutos después que se escuchó una fuerte explosión. El humo se esparció al punto de alarmar sobremanera a todos los que presenciaron el estallido.

Los responsables fueron 13 integrantes armados del MRTA, quienes ingresaron a la residencia y obligaron a todos los presentes a permanecer en el suelo. Los agentes policiales que atendieron al llamado de auxilio con armas en la mano no pudieron hacer nada para detenerlos. Los invitados pasaron a ser tomados como rehenes ante la impotencia de sus familiares que se enteraban de la noticia a través de los medios de comunicación.

“Aquel 17 de diciembre de 1996 fue un día ajetreado. Había visitado Ayacucho con una delegación japonesa para efectuar varias donaciones y de regreso pasamos a inspeccionar la ciudad de Nasca, en la que días antes se había producido un fuerte terremoto. Retorné a Palacio de Gobierno a las 7 y media de la noche”, empieza su carta.

“Kenji estaba esperándome en la oficina para que le ayudara a resolver varios problemas de economía de quinto año. Sobre la mesa de mi escritorio reposaba la invitación a la recepción en la Embajada de Japón por el día del natalicio del Emperador. Usualmente no participaba en este tipo de celebraciones, pero había considerado asistir en vista del efectivo apoyo al Perú brindado por el país de mis padres”, sigue la carta.

Fujimori reveló que fue el excoronel EP Roberto Huamán Azcurra, hombre de confianza del exasesor Vladimiro Montesinos, quien le comunicó telefónicamente la tragedia que se gestaba al interior de la vivienda del embajador de Japón.

“Así pasó cerca de una hora, y a las 8:10 de la noche entró una llamada urgente del comandante Huamán Azcurra, miembro del SIN, quien con voz preocupada me comunicó: ‘Señor Presidente: en estos momentos hay tiroteos y explosiones por la avenida Prescott, en San Isidro’. Ante la noticia le dije a Huamán Azcurra que se acercara al lugar inmediatamente y me informe lo que estaba pasando”, agregó.

SILENCIO Y PREOCUPACIÓN. El encarcelado exmandatario contó que mantuvo un “absoluto silencio” como respuesta al pedido del líder emerretista, quien exigía la liberación de 470 presos vinculados a su organización terrorista y hacía diversas solicitudes relativas al cambio del modelo económico del gobierno.

“Los timbres del teléfono sonaban, por lo que le ordené al edecán descolgar el aparato. Pero cada 20 minutos entraba un fax del doctor Santisteban de Noriega, Defensor del Pueblo, insistiendo sobre la necesidad de un diálogo. Pero yo no estaba dispuesto a negociar con el MRTA. Este, a través de Cerpa, durante tres días tronó con sus demandas a través de los megáfonos y carteles de tela que colgaban de la azotea”, se lee líneas más abajo.

Recordó, asimismo, que los captores de los 700 invitados lograron uno de sus principales objetivos iniciales: la atención de los medios extranjeros. Fujimori se encontraba contra las cuerdas.

“Cité a Palacio de Gobierno a Alberto Pandolfi, presidente del Consejo de Ministros y al ministro de Economía, Jorge Camet, de quienes escuché sus opiniones sobre las medidas a tomar durante esta crisis. Camet me dijo que me guiara por mi sola intuición, como lo había hecho en otros momentos críticos, con éxito. Me sentí más confiado para difundir un mensaje a la Nación en el que fijaba una posición”, agrega.

Recordó también cuando los emerretistas amenazaron con darle un tiro en la cabeza al entonces canciller Francisco Tudela, en menos de 30 minutos. “Pero intuía que no se atreverían a hacerlo”, dijo. Y así fue.

De otro lado, escribió Fujimori, tenía que lidiar con las autoridades japonesas, que, según cuenta, se manejaban bajo otra óptica.

“Ambos coincidíamos en lo relativo a preservar la integridad de la vida de los rehenes, pero como Presidente del Perú no estaba dispuesto a aceptar una salida pacífica que significara concesiones. Estaba consciente de que Japón no tenía confianza en el manejo de la crisis por parte del gobierno peruano. Una pregunta de Kenji que me dejó sin respuesta. ‘¿Y ahora, pa, qué vas a hacer?’”, se lee líneas abajo.

PLANES PREVIOS. En su misiva, Fujimori cuenta que se diseñaron planes previos al exitoso operativo “Chavín de Huántar”, pero que fueron descartados por el alto riesgo que suponían. Uno de ellos fue el operativo denominado por él como “Papá Noel” porque se efectuaría el 24 de diciembre a medianoche. El plan consistía básicamente en entrar por las ventanas. Poco después fue descartado porque se conoció que las lunas eran blindadas, comenta Fujimori.

“Uno de los temas indefinidos para rescatar a los rehenes se refería a la facultad del gobierno peruano de intervenir dentro de la residencia. Los representantes japoneses argüían el derecho a la extraterritorialidad. Pero en el fondo parecía que no estaban dispuestos a asumir la responsabilidad por las consecuencias de un rescate. Mi pregunta era ¿podrían darle autorización al gobierno peruano para ejecutar ese rescate?”, se preguntó.

En una reunión en las instalaciones del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), el entonces Jefe de Estado escuchaba los planes del ahora general EP Williams Zapata, quien, puntero en mano, le propuso un plan militar que empezaría a las 2 a.m. y los comandos a cargo ramparían desde las casas cercanas al jardín de la residencia de Aoki, para luego colocar brechas de dinamita sobre las paredes a una altura de 2 metros, que, al estallar, abriría boquetes por donde ingresarían los militares.

“Al final de la exposición, le pregunté al Coronel Williams, ¿cuántos muertos podrían resultar? Me contestó 30%. Le hice conocer inmediatamente mi decisión: se descarta el plan”, habría dicho Fujimori.

“El problema del rescate lo vivía en cada una de mis neuronas, mientras soñaba con encontrar una solución. Precisamente durante un sueño desperté a las 4 de la mañana con un esbozo: llegar a la residencia por debajo del piso, mediante túneles desde las casas vecinas. Era una osada operación, una especie de mezcla entre la fantasía y la lógica. ¿Por dónde podrían ingresar los comandos de rescate, sino podían hacerlo por los techos ni por las paredes? La respuesta no podía ser otra: tenía que ser por debajo del piso”, agregó.

Concluyó diciendo que a la fecha se encuentra “satisfecho” del manejo de la crisis y “orgulloso”. El mensaje termina con Fujimori prometiendo contar más detalles en un futuro.

CIFRAS

148 comandos integraban el grupo denominado “Chavín de Huántar”.

2 militares, Juan Valer y Raúl Jiménez, perdieron la vida durante el operativo.  

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