Esta mañana el historiador y autor del libro La guerra senderista (TAURUS, 2017) Antonio Zapata, comentó su libro en el programa A la cuenta de 3, de TvPerú. Zapata contó detalles del origen de su investigación, el porqué del protagonismo de Elena Iparraguirre —esposa de Abimael Guzmán y segunda en la línea de mando senderista— y el presente del Movadef.
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El historiador mencionó que el origen del libro se remonta a unas charlas convocadas por el INPE que dio en algunas cárceles. En una de esas charlas, conoció a Elena Iparraguirre. Entonces el autor se propuso entrevistar a la cabecilla de Sendero Luminoso, sorteando las trabas de seguridad que los custodios imponían al régimen carcelario de Iparraguirre —sin grabadoras e, incluso, algunas veces sin cuadernos—. Al final de cada sesión, el transcribía lo que recordarba de las entrevistas.
De estas conversaciones —21 en total—, Zapata concluyó que “mientras Abimael [Guzmán] era una especie de ideólogo que daba grandes directrices y se dirigía al corazón de su gente para animarlos a luchar, ella [Iparraguirre] era la que organizaba prácticamente las cosas”.
“LA MÁQUINA DE GUERRA SENDERISTA HABRÍA SIDO MENOS EFICIENTE SIN ESTA SEÑORA”
Hablando sobre Iparraguirre, el historiador mencionó que “no me parece que responde a la idea clásica del terrorista como alguien muy amargado, muy resentido, que ha tenido un gran trauma en la vida. Por el contrario, es una señora que proviene de la pequeña clase media, provinciana, más o menos en ascenso”.
De esa manera, el autor detalló aspectos de la vida doméstica de la segunda al mando de Sendero: “Cuando estaba en secundaria vivía en la residencial San Felipe: o sea, ”clase media-clase media“, digamos. De tal manera que su radicalización es fundamentalmente un asunto ideológico, quién sabe una forma de percibir la moral (”este mundo es injusto porque habiendo tanta riqueza se distribuye muy mal; solo unos pocos tienen mucho y la mayoría no tiene nada“). Entonces ese tipo de razonamientos la llevan a la radicalización. Eran los años sesenta, era fuerte el maoismo a nivel mundial —es la época de la Revolución Cultural— y es atraída hacia eso”.
SOBRE SU INVESTIGACIÓN
Respecto a lo potencialmente tendencioso y parcializado que puede ser abordar el tema de al guerra entre Sendero Luminoso y el Estado Peruano, el autor comentó que “para no incurrir en apología, lo que he hecho es tratar de ser muy objetivo y de recoger a todas las voces”.
En ese sentido, Zapata mencionó que que “he escuchado a la dirección de Sendero y su evaluación de la guerra; he leído el libro del Ejército y lo he resumido objetivamente; he leído también al general Clemente Noel, que fue el primero que intervino a nombre del Ejército en Ayacucho; lo mismo con la Marina, lo mismo con la Policía, y he tratado de resumirlo de tal modo que sea exáctamente lo que ellos están pensando”.
“De ese modo, se ofrece un libro donde están los buenos y los malos y el lector puede elegir quiénes son sus buenos y quiénes sus malos”, precisó el autor.
SOBRE EL MOVADEF: “SENDERO HA RENUNCIANDO A LA LUCHA ARMADA, PERO NO AL PENSAMIENTO GONZALO”
En análisis de la coyuntura social actual y la presencia del Movadef, Zapatar rememoró lo ocurrido luego de la captura de Guzmán en setiembre del 92: “en el 94, en conversaciones con Montesinos y otros personajes del Gobierno de Fujimori, llegan a lo que se llama 'la propuesta de acuerdo de paz'. En ese momento como que Sendero se divide en dos: los que quieren seguir con la guerra se denominan Proseguir —proseguir con la guerra—, y en esa época Feliciano era su jefe. Y luego, los llamados acuerdistas, que son propiamente los que siguen a Guzmán y a Iparraguirre también, piden un acuerdo de paz”.
Sin embargo, el autori señaló que “Fujimori en realidad ignora el acuerdo de paz, y de ahí en adelante, este grupo es el grupo que renuncia a la guerra y se propone lograr los mismos objetivos a través de la lucha política. Entonces han ido derivando en diversos movimientos, acciones, grupos, acabando finalmente en el Movadef, que es como la expresión política del deseo de obtener sus mismos objetivos pero ya no a través de la guerra, si no a través de acciones políticas”.
Ante la cuestión de si el malestar social que vive el Perú en este momento podría derivar en un posible resurgimiento de acciones armadas, el historiador desestimó esta idea basándose en el antecedente de los años setenta y la ola de huelgas que inundaron el régimen del general Morales Bermúdez: “Sendero, en medio de ese auge huelguístico, no participa. Sino que empieza a preparar su propia guerra; pasa a la clandestinidad, se esconden, montan sus primeros aparatos militares, y no participan de la ola de huelgas. Mientras que ahora, en este malestar social, en vez de estar preparándose para la guerra, se están preparando para lo que antes hacía Izquierda Unida: dirigir el movimiento huelguístico y aparecer en la escena política como los representantes”.