Ariana Harwicz: “A toda costa democracia, incluso aunque nos maten”
Ariana Harwicz: “A toda costa democracia, incluso aunque nos maten”

La novela Matate, amor de Ariana Harwicz es una lluvia de golpes que el lector debe afrontar para ver las sombras -no dichas- de la maternidad y el deseo. Este libro, que inició una trilogía seguida por La débil mental y Precoz, se imprimió por primera vez en el país.

En una comunicación telefónica, desde París, la novelista conversó con Correo sobre la escritura de su obra, del llamado boom latinoamericano femenino y de la vida en Francia luego de los atentados terroristas.

Después de cinco años de Matate, amor, ¿qué secuelas o enseñanzas te ha dejado el libro como escritora?

Me parece una buena pregunta, porque la literatura también está atravesada por el tiempo. Y, en este caso, el tiempo que transcurre en la vida de un autor modifica después las lecturas que hace de su propia novela. Y más cuando es una novela tan relacionada y entrelazada con la vida. Antes de la edición en Perú con Animal de Invierno este año, estuvo la traducción al inglés de Matate, amor (Die, My Love), y este trabajo y las reediciones me obligaron a repensar la novela. Fue muy emocionante para mí. Casi no la corregí nada. Pero me doy cuenta de que ahora no podría escribir Matate, amor: la mujer que la escribió no fue la misma autora.

¿Al escribir esta novela encontraste más dudas o respuestas en cuanto al amor, la sexualidad, la maternidad?

Creo que me ha dejado más dudas. Respuestas, seguro que no. Es por eso que después escribí La débil mental, publicado con Animal de Invierno un año antes, y Precoz, que sería el fin, la catástrofe final de este tríptico, de esta trilogía, que se interroga todo el tiempo sobre el deseo y la maternidad como dos puntas de un mismo fusil o cuchillo, de una misma arma. Las tres novelas me han dejado más incertidumbres, más al desnudo todavía.

¿La escritura de esta novela te ha resultado dura o de mayor intensidad?

Me cuentan que se quedan sin aire, que es muy duro o que es como golpes que da la narración. Era del mismo modo en que yo lo escribía, así como de a golpes, con cortes violentos, como los cortes mismos de los capítulos. Creo que hay una especie de espejo entre el que narra y el que lee.

Bolaño y Vargas Llosa comentaban que antes de escribir una novela ya tenían una estructura planteada. ¿Cómo es en tu caso?

Los escritores son una raza, pero hay tantas divisiones. Están los que piensan que hay un camino forjado, necesario, para emprender en la aventura de escribir. Pero para mí no hay un diseño ni una arquitectura. Lo que sí hay -no sé si en la música es igual- es un in crescendo. Sé que mi escritura estará siempre in crescendo hacia una violencia mayor. Algo catastrófico va a suceder. Tengo la intensidad en lo que escribo. Siempre tiene que ser hacia más. Eso lo tengo como camino. No sé lo que va a pasar ni la peripecia, pero sé que los personajes tienden cada vez a ser más violentos y amorales.

¿Te dedicas a escribir un solo proyecto o varios?

Escribo una cosa y no puedo escribir nada más. Bueno, eventualmente alguna cosa para presentar, como una cosa más de ensayo, una charla en una universidad. Pero no podría escribir nunca dos o tres libros a la vez. Toda la vida tiene que ser esa novela y nada más.

¿Te sientes parte de este llamado boom latinoamericano femenino?

Me parece que es una necesidad del mercado, como siempre, de etiquetar, armar guetos y productos de venta, como pueden ser las fajas que llevan los libros que dicen la amante de Bioy Casares. No solo pasó con Elena Garro, sino con muchas otras. Pero ese es el morbo y la necesidad del mercado. Yo no siento que pertenezca a un boom, ni de mujer ni latinoamericano ni boom. Ninguna de estas tres cosas. Me gustaría que puedan leer un libro mío como si yo fuera mujer u hombre, francesa, argentina. Me gustaría pensarme de manera más libre.

En Conversación en Princeton, Mario Vargas Llosa, en una charla con un sobreviviente de Charlie Hebdo, comenta que es una paradoja que un ataque terrorista suceda en una ciudad donde surgieron las primeras ideas de la libertad de las personas. ¿Cómo estás enfocando ese tema en tu último libro, Racista?

Suena interesante. Todas las novelas son políticas y las tres que escribí son así: una visión sobre el amor, el adulterio, la maternidad, el erotismo, la familia. Eso es política pura. Pero Racista es mucho más política en un sentido más duro, literal. Aún no la termino. El protagonista es un hombre acusado de un crimen. Se verá si lo cometió o no y en qué sentido, pero en el contexto de los atentados, aunque no se nombren, o de una cierta guerra. Y después, respecto a Francia, no soy socióloga, me gustaría serlo, o antropóloga o historiadora, para entender bien lo que pasa. Hay un estado de negación que también lo veo en otros países europeos, pero acá más, porque acá ha habido atentados incluso más grandes. La gente no quiere guerra ni aunque corten cabezas y maten a ochenta chicos en un recital, aunque maten en Niza y aplasten a niños, no hay fotos, no se ven las fotos: el periodismo tapa. A toda costa democracia, incluso aunque nos maten.

DATO

Ariana Harwicz. Novelista. Nació en Buenos Aires, Argentina. Hizo una licenciatura en Artes del Espectáculo en la Universidad París VIII y un máster en Literatura Comparada en La Sorbona.

156 páginas tiene la novela Matate, amor en su edición peruana.

4 libros ha publicado la novelista desde su debut hace cinco años.

40 años tiene la autora argentina Ariana Harwicz.