Ricardo Piglia no solo fue uno de los escritores más importantes de Latinoamérica de los últimos años, sino que también uno de los lectores más lúcidos que ha tenido la crítica literaria de la región.

El narrador argentino, autor de “Respiración artificial” y “Plata quemada”, que también fue profesor en la Universidad de Princeton, falleció un día como hoy, hace tres años, luego de sufrir Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) desde 2014, una enfermedad degenerativa que lo obligó a usar una aparato para comunicarse o escribir.

Porque eso hizo Piglia hasta los últimos días de su vida: escribir. Y así apareció, de manera póstuma, “Un día en la vida”, el último de los tomos de “Los diarios de Emilio Renzi”, donde se lee: “El genio es la invalidez”, uno de sus apuntes finales en los cuadernos que lo acompañaron desde los 16 años.

El diario de Piglia o de Renzi (uno de los protagonistas de sus ficciones) es el testimonio de un escritor (lector) apasionado, luchando contra lo enfermo de la vida y su entorno, sobre todo en la época en que se desaparecía personas en su país, Argentina.

Un registro que también aparece en el cine, con luces nuevas sobre la lectura y la vida, con la película documental “327 cuadernos” de Andrés Di Tella.

LEGADO. De esta manera, la voz de Piglia sigue dando cátedra, reflexionando, con los libros que dejó pendientes en publicar.

Luego de la última entrega de sus escritos más personales, llegó “Escritores norteamericanos”, donde destaca un breve pero potente perfil de Ernest Hemingway, y “Los casos del comisario Croce” en 2018, un conjunto de relatos de otro de los personajes más entrañables de su literaria.

Y, el año pasado, apareció “Teoría de la prosa”, libro que reúne las clases que dio Piglia sobre la obra del escritor Juan Carlos Onetti en la Universidad de Buenos Aires en 1995.

La lectura de Piglia sigue viva, así como lo hizo antes con Borges y Puig, y sigue mostrando aspectos maravillosos de la creación y la crítica: dos caras de una misma moneda llamada literatura.